Todos somos conscientes de la conveniencia de extraer los aspectos positivos de situaciones como la que estamos viviendo. Porque los hay, sin duda alguna; ahí están las expresivas manifestaciones de solidaridad emocional desde las ventanas de los hogares españoles y a través de imaginativas reuniones virtuales en internet y de solidaridad individual. Pero también en el orden más íntimo y personal el confinamiento tiene facetas que merece la pena potenciar.

¡Quién nos iba a decir que dispondríamos de tanto tiempo para la reflexión!; y es que hemos pasado de la total programación del día, a una situación nueva, desconocida, inexplorada. Además del teletrabajo, faenas caseras y atención a la familia, tendremos tiempo para pensar en nosotros mismos –éxitos y fracasos, objetivos y logros, alegrías y desengaños, jerarquía de valores que preside nuestra vida, relaciones familiares,…

Este caudal de tiempo nos permitirá pasar del trajín diario a la oportunidad de vivir sin prisa, sin agobio, y así ganaremos serenidad y paz y, hasta es posible, que consigamos un cierto cambio en nuestros hábitos futuros.

Podremos poner en práctica algunas de las aficiones a las que siempre quisimos dedicarnos y a las que tuvimos que renunciar por el maldito apremio de la sociedad actual.

Si tenemos tan escaso tiempo para nosotros mismos en la agitada vida de cada día, ¿¡cómo vamos a dedicárselo a los demás!? Ahora es el momento de ofrecer unos minutos cada día a familiares, amigos y conocidos a los que tenemos casi olvidados para interesarnos por su situación: disfrutaremos nosotros mismos y proporcionaremos alegría a los demás.

El confinamiento en el domicilio familiar permite a niños y mayores valorar el trabajo del hogar y entender la expresión: su trabajo sólo se aprecia cuando algo está sin hacer y lo reclama.

Permítanme una última reflexión. Estamos ante una situación sin precedentes en la historia del hombre, que afecta a todos los seres humanos sin distinción de país, clase social, raza, edad, ideología o religión; su origen es discutido; se ha extendido por todo el mundo a una velocidad vertiginosa y desconocemos la magnitud y duración de sus consecuencias. Creo que la actitud personal debería consistir en ocuparnos cada uno de aquello que depende de nosotros individualmente, para conseguir una convivencia mejor y superar el momento actual, y recapacitar acerca de si la humanidad debería plantearse modificar determinados comportamientos y objetivos. @mundiario

Alfonso García

Dedico mi tiempo libre a escribir artículos de opinión en El Correo Gallego y en Mundiario.com, y monografías sobre temas diversos. Actualmente corrijo y amplío mi último libro, “Algunos abuelos de la democracia (Iglesias, Zapatero, Rajoy, Sánchez, Rivera)”, con semblanzas de “otros abuelos” de políticos de hoy, como los de Aznar, Casado, Maíllo y Lastra, entre otros. También actualizo museofinanciero.com, un museo virtual de documentos antiguos relacionados con el sistema financiero español y el ferrocarril. Gracias por tu visita.
Alfonso García López (Madrid, 1942), jubilado como notario y escritor.