La política consiste en la concreción de los objetivos colectivos prioritarios y su gestión en beneficio de los ciudadanos.
En las elecciones se nos presenten diferentes formas de gestión de los asuntos comunes y decidimos. La desviación de los objetivos propuestos y de la forma de gestionarlos, nos legitima para el cambio.
Durante los dos últimos años, el panorama político internacional se ha ido inclinando hacia la derecha. Veamos: elecciones de la UE; en Francia, el Nuevo Frente Popular y la Agrupación de Marine Le Pen avanzaron; Bélgica, con la Nueva Alianza Flamenca; Austria y el ultranacionalista Partido Popular. Añadamos Italia, Hungría, Países Bajos y las expectativas de Alternativa para Alemania y Unión Democristiana, en las elecciones de febrero en Alemania.
En Argentina, Milei accedió al poder contra todo pronóstico y Trump ganó las elecciones.
Ante esta realidad, se ha generalizado la política del miedo al grito ¡el mundo está en peligro! Y quien no acepta la gestión de los asuntos comunes en la forma que se ha venido haciendo, es tildado de miembro de bandas fascistas.
¿Han reflexionado sobre la causa del avance de lo que, simplistamente, se llama derecha, ultraderecha y fascismo?
Las discrepancias básicas surgen por la actitud ante los flujos migratorios; pobreza; nacionalismos; seguridad; ideología de género; cambio climático…
Si los que han gobernado no han logrado resolver los problemas que aquejan a una gran parte de seres humanos, parece razonable que busquen solución en otras formas de gestión.
La Agenda 2030 y su nivel de cumplimiento permiten comprobar la ineficacia de las soluciones y que estamos ante un intento de lavar conciencias. Sus objetivos son utópicos, por imposibles, e hipócritas, porque saben que son imposibles: proteger el planeta y asegurar la prosperidad para todos en el año 2030.
-Fin de la pobreza; hambre 0; salud y bienestar para todos a cualquier edad; educación de calidad.
Los mil millones de personas que se encuentran en situación de pobreza, esperan gozosos la llegada del año 2030, porque ya no habrá pobres.
-Igualdad de género y empoderamiento de todas las mujeres y niñas. Los homosexuales dejarán de ser perseguidos, las mujeres tendrán iguales derechos que los hombres en docenas de países en los que unos y otras carecen de ellos y violaciones y abusos sexuales serán un mal sueño.
-Agua limpia y saneamiento para todos; energía no contaminante, combatir el cambio climático; protección de la naturaleza; consumo responsable…
Pero el plástico y otros productos no biodegradables siguen presentes en un consumo voraz de usar y tirar; los cauces de agua son intocables, no se limpian y se derriban presas…
Dentro de 5 años se habrán reducido las desigualdades entre personas y países; todas las sociedades serán balsas de aceite en la
Y el colofón: Alianza Mundial para el Desarrollo Sostenible.
Una quimera; los que lo suscribieron lo saben y siguen poniendo delante una zanahoria que nunca llegará a la boca de los sufridos ciudadanos.
¡Claro que tenemos derecho a cambiar!, ¡no apelen al miedo, eso es cosa de otros tiempos!, reflexionen sobre sus errores, aprendan lo que fue el fascismo y recuerden el pacto Molotov-Ribbentrop, entre comunismo y el fascismo.
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