Ya he hablado en alguna ocasión de las peculiaridades del lenguaje de diversas tribus lingüísticas, pero las novedades surgen con frecuencia y, por lo tanto, el lenguaje es actualidad.

Hablaré hoy de la jerga de la tribu política. Una característica muy frecuente es el lenguaje vacuo; es decir, cuando terminan y nos preguntamos ¿qué ha dicho? Esos mítines suelen estar plagados de frases hechas, lugares comunes, muletillas y palabras o expresiones de moda, que revelan la falta de originalidad y contenido de sus mensajes. Esa forma hablar suele ir acompañada de una gran rapidez en su exposición, que produce la impresión de conocimiento y sabiduría.

Quienes lo practican con habitualidad parecen querer demostrar que están al día, aunque hay otros que emulan al loro por la precariedad de su lenguaje -no digo ya discurso-, evidencian falta de imaginación.

Hoy está ya muy extendido “… esto no va de…” partidos, de siglas, …, y su variante “esto va de …”.

“Te compro esa …”, idea, opinión, proyecto… y su variante “lo vende muy bien…”, son de uso frecuente en las tertulias y entre la clase política.

¡¿Qué decir del “estamos trabajando para…”?! Todos los ministros y la clase política en general trabajan a destajo, dicen que lo hacen por nosotros, pero todos sabemos que es muy frecuente que no trabajen tanto o que lo hagan en beneficio propio, del partido, o de algunos.

Añadamos, dentro de la tribu política, “repasaré la agenda”, “lo tengo agendado”, “agenda apretada”, “hoja de ruta” -casi todos dicen tener una, aunque parezca que no saben a dónde van-, “poner en valor”, “desde el minuto cero”, “a nosotros no nos marcan los tiempos”, “¿esto es malo? …, no, lo siguiente”, “cordón sanitario”. Y del “crecimiento cero”, ¿qué me dicen?

Luego están los términos indefinidos, que, hábilmente manejados, ni dicen que sí ni dicen que no y, por lo tanto, no comprometen: “se oyen cosas”, “algunos”, “muchos”, “bastantes”, “varios”, “pocos”, “cualquiera”, “unos”, “otros”, “hay quien dice”,…

No podemos olvidar los eufemismos, que podrían considerarse sinónimos de miedo, falsa prudencia, hipocresía -porque no nos atrevemos a llamar a las cosas por su verdadero nombre-, o lenguaje sólo para iniciados: “recargo temporal de solidaridad” -nuevo impuesto-, “trabajadores fijos discontinuos” -contratos temporales-, “interrupción voluntaria del embarazo” -aborto-, “reducción de personal” -despido-, “edad dorada” o “tercera edad” -vejez-, “no vidente” -ciego-, “daños colaterales”, “bombas inteligentes”, “marrón” -por no decir…

Y si añadimos las siglas: un bosque de letras que, para recorrerlo, precisa la compañía de un diccionario específico.

Otro día podríamos hablar de las jergas utilizadas por juristas, médicos o periodistas deportivos, entre otros; si quieren anticiparse, les invito a descargar “Tribus lingüísticas. Alegato por un lenguaje aseado” en la web: www.museofinanciero.com ; seguro que se divertirán. @mundiario
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Alfonso García

Dedico mi tiempo libre a escribir artículos de opinión en El Correo Gallego y en Mundiario.com, y monografías sobre temas diversos. Actualmente corrijo y amplío mi último libro, “Algunos abuelos de la democracia (Iglesias, Zapatero, Rajoy, Sánchez, Rivera)”, con semblanzas de “otros abuelos” de políticos de hoy, como los de Aznar, Casado, Maíllo y Lastra, entre otros. También actualizo museofinanciero.com, un museo virtual de documentos antiguos relacionados con el sistema financiero español y el ferrocarril. Gracias por tu visita.
Alfonso García López (Madrid, 1942), jubilado como notario y escritor.