Amanecer con niebla, promesa de día soleado. Así fue. La batería del alma cargada a tope tras la asistencia ayer a la siempre emotiva misa del peregrino y la oración ante Santiago.
Tercera etapa en busca de la costa atlántica con comienzo en Noia, donde haremos una parada de avituallamiento y para conocer su casco antiguo.
Unos kms antes de llegar ya se aprecia la hermosura de su ría. Hoy es día de mercado, el malecón bulle de movimiento, que tiene continuidad en el casco antiguo, en sus plazas porticadas medievales y calles enlosadas, que han sentido sobre sus espaldas las aguas de temporales, lluvias apacibles y orballo durante siglos. El recorrido termina en la plaza de la Iglesia de San Martiño, del siglo XV, de la que sólo podemos admirar su forma y la magnifica fachada, pues el templo está cerrado.
Un rápido tentempié y ensanchamiento de los pulmones con la brisa marina, que nos trae perfume de salitre y algas de la ría en marea baja.
Hoy sabemos que estas sensaciones también las experimentaron los peregrinos jacobeos que llegaran a Noya y Muros procedentes del norte de Europa durante la Edad Media, de forma ocasional, llevados por el bravío estado de la mar o por la desorientación.
Seguimos la ruta en busca del antiguo Finisterrae, a donde prolongaron su caminar muchos peregrinos medievales, deseosos de comprobar cómo era el “fin del mundo” y que se sentía ante la inmensidad del mar misterioso que se ofrecía a sus ojos. Hoy sabemos que, mar en medio, al otro lado del Océano Atlántico viven seres humanos con los que nos unen lazos fraternales de cultura, lengua y devoción a Santiago.
Muros nos recibe en una tarde apacible, luminosa y aguas tranquilas, con sus centenarios soportales de piedra mirando al mar.
Mañana será una jornada larga: la fervenza del río Ézaro, faros, Cee, Corcubión y Finisterre. Hasta mañana. @mundiario
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