La posguerra fue tiempo para subsistir olvidando el hambre, agarrados a la cartilla de racionamiento y a la religión. El desarrollismo nos condujo al tener: un seiscientos, vacaciones en Benidorm, en la ventana un jamón, y secando en el patio la ropa interior de seda y encaje; todo para envidia de los vecinos. La democracia nos trajo el ser: de izquierdas, derechas, liberal, conservador, creyente, agnóstico, nacionalista, españolista, progre, facha, hippy…
Hoy se lleva el estar: informado por un amigo, los medios de comunicación, en la fiesta o en la tertulia de…, reunido, con la agenda completa. Es fundamental el asesor de imagen, que te enseñe a cambiar la pana y la lana por la alpaca, dosificar la gomina, colocar el pañuelo y la corbata, hablar pausadamente y con mirada misteriosa. Si no tienes imagen, no existes, eres un mindundi, mediocre, poca cosa, un don nadie, un “pringao”, un “pelacables”.
En esta etapa sociológica abundan los políticos de “cuarto y mitá” capaces de mentir, pero siempre con la verdad por delante; los tertulianos chillones y faltones que recogen y divulgan consignas y airean obscenidades; la tropilla que llena algunos programas televisivos, parientes y “arrimaos” incluidos, que viven del mercadeo de intimidades y miserias, propias o ajenas.
Nos encontramos entrando en el aparentar. Ya nada es lo que parece: un hombre, una mujer, el matrimonio; ni hacer el amor, ni el cuerpo muchos… En las tertulias, los invitados son actores que representan un papel: bueno, malo, ácrata, defensor, acusador, honrado, sinvergüenza, ingenuo, malicioso, simpático, sieso, “pagao”, altruista,… Los llamados programas del corazón no lo son, pues se dedican a expandir heces con ventilador. Los hechos se cambian de nombre para acallar conciencias, como quien pone un disfraz a las palabras. Las señoras estupendas llevan silicona por delante y por detrás, hasta el punto de que maridos y compañeros les piden el DNI por la noche antes de meterse en la cama; las fotografías de señoras y señores de edad provecta que pintan estupendos, están retocadas por todas partes, hasta convertirse en verdades de papel. Se aparentan la amistad (hipocresía), la solidaridad con los necesitados (con foto en portada), el amor, la lealtad…
Como corolario, un hecho cierto. Una niña de seis años le preguntaba a la madre: ¿cuándo sea mayor podré tener un culo y unas tetas como la señora de la revista? La madre le contestó: imposible hija, son de mentira. @mundiario