Suele decirse que la historia la escriben los vencedores. Si entendemos la historia como los acontecimientos sucedidos, lo que cuenten los vencedores debería llamarse de otra forma, porque abundarán las interpretaciones, opiniones, la investigación unidireccional y las omisiones premeditadas que sirven para reforzar las ideas preconcebidas.

Con el transcurso del tiempo la recapitulación, sistematización y conexión de hechos e ideas resulta más difícil. ¿Cómo introducirse en la intencionalidad y en el espíritu de quienes nos precedieron, para juzgarlos?

Por otra parte, enjuiciar con mentalidad, la formación, la cultura, el conocimiento, los medios de que se dispone en el siglo XXI, acontecimientos que tuvieron lugar en un contexto absolutamente diferente, parece injusto y hasta, permítanme que lo diga, ingenuo.

Se trata, como siempre, de una opinión personal que admite, como no podía ser de otra forma, otros puntos de vista, sobre todo por parte de quienes se dedican profesionalmente a la historia.

La reflexión sobre los hechos y su conexión debe plantearse con rectitud, humildad, en busca de la verdad, por difícil que resulte, dada la desaparición de los protagonistas y el paso del tiempo.

Pero una cosa son las conjeturas y otras las afirmaciones dogmáticas, que pueden confundir al lector y le privan de la oportunidad de obtener sus propias conclusiones.

Hoy, las técnicas de archivo, búsqueda, conservación de información y su tratamiento, facilitan la tarea reconstructiva del pasado. Sin embargo, la historia, a nivel popular, e incluso oficial, no parece que atraviese un buen momento. Prevalece el utilitarismo inmediato, la tecnología, que nos descubre cada día algo nuevo, en ocasiones sin saber muy bien hacia dónde nos conduce.

España parece encontrarse ante una situación de Alzheimer histórico, que se inicia en la disminución de la importancia y las horas lectivas dedicadas al pasado desde los primeros años de formación.

Y sucede que, si no indagamos, la historia la reescriben quienes desearían ―¡ilusos e ignorantes, que ni aceptan ni quieren conocer la verdad!― que las cosas hubiesen sucedido conforme a sus vanos sueños e ilusiones.

En mi modesta búsqueda sobre temas concretos, he encontrado documentación bicentenaria de entidades financieras, abandonada en sótanos polvorientos, e, incluso en un cuarto de aseo. La historia económica de una entidad gallega casi tricentenaria, conservada en una fundación privada, se mantiene inaccesible para los investigadores.

La documentación de la fundación en La Coruña de una importante institución humanitaria, permaneció durante decenas de años, olvidada bajo la escalera a un sótano.

El olvido más sorprendente es el relativo a la importantísima documentación generada por los delegados del Comité Internacional de Cruz Roja durante la guerra civil de 1936, que fue digitalizada por el Ministerio de Cultura con la autorización de dicha institución, para ponerla a disposición de los investigadores en el Centro Documental de la Memoria Histórica creado por el Gobierno Zapatero.

Una parte importante de esos fondos digitalizados no aparecieron en Salamanca, decían que no existían. Cuando acredité ante la dirección del centro que disponía del catálogo en francés de todos los fondos digitalizados ―facilitado el Archivo Histórico del CICR en Ginebra― aparecieron en el departamento de reprografía del Ministerio de Cultura y, por fin, pude consultarlos.

En fin, en otros casos, se niega el acceso a información alegando, sin criterio, la aplicación de la Ley de Protección de Datos. Eso sí, en virtud de esa misma ley nos invaden de publicidad ilegal.

En modo alguno me considero un experto, nada más lejos de mi manera de ser, pero sí creo tener la sensibilidad necesaria para apreciar el valor de la historia en orden a afrontar el futuro. Estudiémosla con honradez y determinación para que nadie nos reinvente de dónde venimos, lo que fuimos y lo que sucedió. @mundiario
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Alfonso García

Dedico mi tiempo libre a escribir artículos de opinión en El Correo Gallego y en Mundiario.com, y monografías sobre temas diversos. Actualmente corrijo y amplío mi último libro, “Algunos abuelos de la democracia (Iglesias, Zapatero, Rajoy, Sánchez, Rivera)”, con semblanzas de “otros abuelos” de políticos de hoy, como los de Aznar, Casado, Maíllo y Lastra, entre otros. También actualizo museofinanciero.com, un museo virtual de documentos antiguos relacionados con el sistema financiero español y el ferrocarril. Gracias por tu visita.
Alfonso García López (Madrid, 1942), jubilado como notario y escritor.