Cualquier momento es bueno para hablar de los abuelos, por lo que significan sentimentalmente en la familia, por su desinteresada disponibilidad, por la ayuda material y personal a los hijos para que salgan adelante, sobre todo en los momentos difíciles como los que estamos viviendo: pandemia, conciliación de trabajo y familia o dificultades económicas. Pero, además, ser abuelos significa muchas cosas, tal vez más valiosas que las anteriores, sobre todo para ellos.

Los abuelos primerizos rememoran su juventud, su propia paternidad y sienten el orgullo de verse reencarnados. Comprenden y sienten la ternura de unos ojos que miran incansablemente para conocer, para oler el cariño de los suyos. Diría más, los abuelos viven, en gran parte, de la ternura que les regalan los nietos.

Los abuelos se sienten recompensados con el regalo de la sonrisa inocente del bebé, cuando pronuncia su nombre por primera vez, al estrechar la tierna mano que se pierde entre las suyas y con un “te quiero” cuando comienzan a hablar.

Recuperan su infancia al compartir juegos, paseos, canciones y cuentos con los nietos y disfrutan al ver sus ojos abiertos como luna llena, hasta que llega el “colorín colorado” y el niño cierra los ojos para soñar con personajes de fantasía y, tal vez, con los abuelos.

Más tarde sentirán la emoción de compartir ingenuas confidencias, aprenderán a responder al insistente “por qué” o, sencillamente, percibirán juntos, durante un paseo, la levedad del viento, el movimiento de las hojas de los árboles, el vuelo de las mariposas o el canto de un pájaro.

La relación no se extingue con la adolescencia, porque un abuelo sensible, con curiosidad, al día en costumbres, gustos y comportamientos, podrá orientar sin dirigir; mostrar sin imponer, y ayudar al adolescente indeciso, desconocedor, temeroso, a analizar las opciones que se le presentan en las encrucijadas que encuentra en su camino.

En otros momentos, el abuelo puede ser mediador en los conflictos familiares, con las únicas reglas del cariño, la experiencia y saber que su autoridad es reconocida y respetada.

Cuando los nietos alcanzan una juventud madura, se establece un diálogo enriquecedor para ambas partes: lecturas, ilusiones de futuro, actitud ante determinados hechos y noticias, los amigos,…

Los abuelos desempeñan un papel insustituible como transmisores de las tradiciones y costumbres, no suficientemente valorado, y colaboran en la conservación de la cadena del conocimiento de la historia personal, de la familia, de su lugar de origen.

Merece la pena aspirar a la ejemplaridad para sentir la admiración de nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos. Algunas de las nuevas formas de convivencia –me resulta difícil utilizar la denominación de nuevas modalidades de familia- ya han empezado a poner de manifiesto sus consecuencias en relación con los abuelos. Son muchos los casos en que la separación de las parejas priva a los abuelos del derecho natural a mantener una relación frecuente con los nietos, que hasta puede verse enturbiada o desaparecer.

Me temo que puede haber niños que crezcan sin haber vivido la placentera influencia de su relación con los abuelos. Con el paso del tiempo se podrán hacer estudios sociológicos y psicológicos que nos permitan conocer las posibles consecuencias. @mundiario
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Alfonso García

Dedico mi tiempo libre a escribir artículos de opinión en El Correo Gallego y en Mundiario.com, y monografías sobre temas diversos. Actualmente corrijo y amplío mi último libro, “Algunos abuelos de la democracia (Iglesias, Zapatero, Rajoy, Sánchez, Rivera)”, con semblanzas de “otros abuelos” de políticos de hoy, como los de Aznar, Casado, Maíllo y Lastra, entre otros. También actualizo museofinanciero.com, un museo virtual de documentos antiguos relacionados con el sistema financiero español y el ferrocarril. Gracias por tu visita.
Alfonso García López (Madrid, 1942), jubilado como notario y escritor.