En los muchos años que llevo disfrutando del privilegio de hacer pública mi opinión sobre los temas más diversos en periódicos como MUNDIARIO y El Correo Gallego, y compartirlos en las redes sociales, nunca he tenido tantas reacciones en las que los lectores expresan su opinión, como en estos dos últimos días, en los que he hablado de Pedro Sánchez y su Gobierno y de Pablo Iglesias.

Me resisto a reproducir algunas de las opiniones escritas que han aparecido, porque me lo impide el pudor; pondré algunos ejemplos, previa petición de disculpas por cuenta ajena: “Qué cerdo es este golfo”, “Mamarracho, carne podrida”, “Te azotaría hasta que sangraras”, “Lo que te venía bien era la horca”, “Gorila rojo”, “Este mierda es un rojo malo”. Naturalmente, los improperios iban dirigidos a los personajes a los que me refería en mis comentarios.

Aunque quienes así se expresaban pretendían confirmar mis opiniones sobre ambos personajes y sus actitudes, en modo alguno puedo compartir semejantes “halagos”, que rechazo con claridad, energía y convencimiento.

Quienes podemos expresar nuestra opinión y compartirla con los muchos o pocos lectores que nos sigan, tenemos la obligación moral de expresarla con respeto a las personas de las que hablamos, al menos así pienso yo. De la misma forma, por respeto a la tribuna que nos acoge y a la verdad, se debe evitar colaborar en la difusión de las muchas falsedades que cada día nos llegan por las redes sociales y a través de whatsapp.

Desde hace un par de años España vive en tensión permanente que, durante estas semanas, ha alcanzado unos altos niveles de rencor e ira, sentimientos que muchos expresan sin pudor a través de las redes sociales, ocultos bajo el anonimato y con la colaboración negligente, inconsciente e irresponsable, de los que los reciben. Y es que quienes se encuentran dominados por sentimientos tan primitivos y peligrosos contra sus adversarios, a los que ellos consideran enemigos, pierden el control de forma irracional.

En esta actitud, tan extendida, hay también carencias intelectuales, porque se puede ser duro con el adversario y expresar el rechazo a sus ideas y actitudes, sin necesidad de incurrir en expresiones soeces e insultos; con la herramienta del rico patrimonio lingüístico español se puede desmenuzar sus argumentos, desmontarlos y reprobarlos, sin insultos ni términos groseros. Claro que es la propia clase política la que actúa en las tribunas públicas, con demasiada frecuencia, de manera reprobable, expresando su oposición al que habla mediante un lenguaje inadecuado, gritos, interrupciones, pataleos, silbidos, abandonos intempestivos del hemiciclo e insultos.

No defenderé yo la actuación del Gobierno en relación con las órdenes dadas a la Guardia Civil dirigidas a localizar y neutralizar las webs de quienes critican su labor a través de los mecanismos indicados –ahí está la manifestación del general Santiago en reciente rueda de prensa y su “aclaración”-, pero sí diré que la moral y la ética deben presidir la manifestación de opiniones a través de un medio público.

Algunos dirán que esto es autocensura, yo diría que es el necesario autocontrol, o comedimiento, propio de todo ser humano, que es lo que nos distingue de los seres vivos que actúan de forma primaria. @mundiario

Alfonso García

Dedico mi tiempo libre a escribir artículos de opinión en El Correo Gallego y en Mundiario.com, y monografías sobre temas diversos. Actualmente corrijo y amplío mi último libro, “Algunos abuelos de la democracia (Iglesias, Zapatero, Rajoy, Sánchez, Rivera)”, con semblanzas de “otros abuelos” de políticos de hoy, como los de Aznar, Casado, Maíllo y Lastra, entre otros. También actualizo museofinanciero.com, un museo virtual de documentos antiguos relacionados con el sistema financiero español y el ferrocarril. Gracias por tu visita.
Alfonso García López (Madrid, 1942), jubilado como notario y escritor.