Un lector me ha sugerido hablar sobre la potenciación del sentido común en los niños. Lo intentaré, basado en mi experiencia personal y, naturalmente, en el sentido común.

Una primera regla sería fomentar la capacidad de observación, en el sentido de mirar lo que nos rodea con atención y detenimiento, para conocer el comportamiento, características, causas y consecuencias de lo observado. La agitación del mundo de hoy, el ruido que nos rodea y el predominio de imágenes que otros nos ofrecen, nos hacen mirar sin ver, oír sin escuchar y contemplar sin percibir.

La potenciación de los cinco sentidos será muy importante para la aplicación de esta regla, lo mismo que enseñarles a mantenerlos en alerta para que no perder ninguna percepción.

¡Cómo colman la paciencia de los adultos los frecuentes y aparentemente ingenuos ¡¿…y por qué…?! Su curiosidad no tiene límites y su insistencia surge porque no siempre reciben una respuesta satisfactoria; cuando ésta se produce, escuchamos el habitual ¡aaaahh! y vemos en sus ojos la alegría de haber comprendido.

De ahí que debamos enseñarles a analizar lo que sucede a su alrededor, por qué, cómo y sus consecuencias, con el fin de que, con el paso del tiempo, obtengan sus propias respuestas.

Estimular su iniciativa, es importante y no siempre frecuente, porque el adulto prefiere hacer algo antes que esperar que el niño entienda la orden recibida y la ejecute. Si el niño se equivoca, es fundamental explicarle el motivo y enseñarle el cómo. Dado que los errores continuos pueden sacar de quicio al adulto, éste ha de estar siempre provisto de paciencia. La secuencia acción-error es vital en el aprendizaje.

Es inevitable hablar de la conveniencia de impulsar la imaginación, mediante herramientas como la teatralización de sencillos hechos; la “lectura” de imágenes sin texto explicativo; la lectura, con una adecuada selección de los libros en función de la edad, los intereses del niño, ilustraciones, tamaño y tipo de letra, por ejemplo; las narraciones de los adultos, antes de que aprendan a leer, servirán para enseñarles a mantener la atención y a imaginar caras, paisajes, colores y formas.

Mediante la lectura, desde los primeros años, aprenden a observar, imaginar, conocer y reflexionar sobre el contenido de lo leído, por ello es primordial que el niño adquiera el hábito de preguntar lo que no entiende, sin sentir vergüenza.

Siempre me han gustado los refranes, los dichos populares y las fábulas, que hoy no tienen demasiados adeptos, porque son la expresión de la sabiduría que otorga el sentido común a la gente sencilla. Enseñar el sentido de estas expresiones, su moraleja y la oportunidad de su uso, agudizará el ingenio infantil e irá encendiendo en ellos esa chispa que es el sentido común.

Estas sencillos hábitos, entre otros muchos, constituyen un eficaz entrenamiento para la reflexión, el análisis y la interpretación de la vida.

El lector que me sugirió el tema se preguntaba si los maestros están preparados para esta tarea. La labor compete tanto a la familia como al maestro; ambos deben dedicar tiempo y paciencia para acometerla, además de sentir el convencimiento de su importancia. En la escuela, además, hace falta verdadera vocación en los maestros, reciclaje periódico y una relación más directa e intensa con el alumno.

Querido lector, ¡me ha resuelto la semana! Gracias.@mundiario

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Alfonso García

Dedico mi tiempo libre a escribir artículos de opinión en El Correo Gallego y en Mundiario.com, y monografías sobre temas diversos. Actualmente corrijo y amplío mi último libro, “Algunos abuelos de la democracia (Iglesias, Zapatero, Rajoy, Sánchez, Rivera)”, con semblanzas de “otros abuelos” de políticos de hoy, como los de Aznar, Casado, Maíllo y Lastra, entre otros. También actualizo museofinanciero.com, un museo virtual de documentos antiguos relacionados con el sistema financiero español y el ferrocarril. Gracias por tu visita.
Alfonso García López (Madrid, 1942), jubilado como notario y escritor.