La adolescencia es un período fundamental en el desarrollo del ser humano, en el que se producen importantes cambios biológicos, sociales y psicológicos, que culminan con la afirmación de su identidad. Llegada la madurez, adquiere una idea sobre sí mismo, identifica los objetivos de su existencia, sedimenta los principios que han de regir su vida de forma autónoma, y adquiere la plena capacidad de elección entre las diferentes alternativas que la vida nos presenta en cada momento.

La actitud del adolescente suele ser de rebeldía, lo que supone poner en tela de juicio los principios básicos de la convivencia en los ámbitos familiar, de la amistad y social; carácter agrio y crítico; dudas e incertidumbres; defensa a ultranza de su intimidad y anhelo de una al margen de la familia.

Se trata, todos hemos pasado por ella, de una etapa tumultuosa y difícil; naturalmente, si el adolescente no madura en la línea apuntada, irá zigzagueando por el camino de la vida sin encontrar su destino, correrá riesgos importantes y, en el peor de los casos, podría llegar a la autodestrucción.

A veces tengo la sensación de que España es un como el adolescente que, con más de cinco siglos de existencia, sigue buscando su identidad, su destino, pues sigue poniendo en duda la organización territorial, la forma del Estado y normas básicas de convivencia en una sociedad democrática y moderna: independencia de la justicia; relaciones entre la Iglesia y el Estado; sentido de la solidaridad, entendida en un sentido amplio; respeto y tolerancia; sistema educativo; patrimonio cultural y otros aspectos, que ponen de manifiesto un cierto grado de inmadurez.

Un repaso a la Historia de España confirma este permanente estado de adolescencia, pues comprobamos las disputas internas mantenidas durante siglos, muchas de ellas convertidas en guerras civiles, basadas en desacuerdos territoriales, luchas sucesorias o razones religiosas y sociales. Lo que nos eleva al primer puesto de los países europeos que han sufrido un mayor número de guerras civiles, pronunciamientos militares o intentos golpes de Estado, incluidas dos repúblicas y ocho constituciones.

Ahí están la guerra de las comunidades de Castilla, la de Sucesión, guerras carlistas, guerras de independencia de las colonias, incluyendo, naturalmente, las de Filipinas y Cuba, rebelión cantonal y la guerra civil por antonomasia (1936-1939).

España es una tarea inacabada, que sigue buscando su identidad o, al menos, poniéndola en duda. Hay que confiar en que no lleguemos a alcanzar la autodestrucción, como un adolescente recalcitrantemente inmaduro. @mundiario

Alfonso García

Dedico mi tiempo libre a escribir artículos de opinión en El Correo Gallego y en Mundiario.com, y monografías sobre temas diversos. Actualmente corrijo y amplío mi último libro, “Algunos abuelos de la democracia (Iglesias, Zapatero, Rajoy, Sánchez, Rivera)”, con semblanzas de “otros abuelos” de políticos de hoy, como los de Aznar, Casado, Maíllo y Lastra, entre otros. También actualizo museofinanciero.com, un museo virtual de documentos antiguos relacionados con el sistema financiero español y el ferrocarril. Gracias por tu visita.
Alfonso García López (Madrid, 1942), jubilado como notario y escritor.