Son muchos los pensadores que han ensalzado el sentido común como herramienta para abrirse paso en la vida (Goethe), cualidad infrecuente (Voltaire), patrimonio de la razón (Balmes), instinto de la verdad (Jacobs) o inteligencia de instinto (Madison)

También los ha habido que lo han considerado patrimonio propio de gente simple, sin bagaje intelectual, porque quien actúa, piensa, habla o decide guiado por el sentido común, se limita, según los críticos, a poner de manifiesto lo que resulta evidente para todos –“es lógico”, “se veía”, “ya lo decía yo”-…., cuando te lo hacen ver, añado yo, porque son muchos los que miran pero no ven, oyen pero no escuchan y viven pero no sienten.

El sentido común es un compendio de valores y cualidades, un sexto sentido con las proporciones adecuadas de instinto, sencillez, mesura, prudencia, justicia, verdad, responsabilidad, raciocinio, …, al alcance de cualquier ser humano, independientemente de su preparación intelectual, ideología, tiempo o lugar.

El sentido común se opone a la erudición ampulosa, al saber especulativo, al saber por el saber sin sentido práctico, a la retórica ampulosa que nada dice, a los circunloquios que no definen, al tesoro del avaro que se cree rico y cuenta cada día sus monedas pero no las emplea de forma útil ni para si ni para la sociedad.

Refranes, dichos y coplas populares y las sentencias de los viejos y la gente sencilla, son el libro abierto del sentido común, el reflejo de la sabiduría popular.

Naturalmente, el sentido común no está reñido con el conocimiento, ni con la inteligencia o la sabiduría; es más, se complementan de forma perfecta.

El equipaje de la clase política no suele incluir el sentido común a la hora de jerarquizar las necesidades, aproximarse al ciudadano, persuadirle de la conveniencia o de la necesidad de medidas para resolver los problemas que nos acosan.

Deberían llenar sus alforjas de sentido común, porque el pueblo está bien pertrechado de él, entiende lo que le explican, valora la ejemplaridad y suele aplicar, con buenos resultados, las moralejas de las fábulas de Esopo, Iriarte, Samaniego o Lafontaine, quinta esencia de la cordura, el sentidiño gallego, el seny catalán o… el sentido común.

El sentido común nos permite distinguir entre lo deseable y lo posible, la verdad y la mentira, el bien y el mal, lo lógico y lo irracional, lo auténtico y lo ficticio, realidad y fantasía, prudencia y ligereza, …

¡Cuánto necesidad de sentido común hay en la política!: no se puede gastar permanentemente más de lo que se ingresa; hay que recuperar ciertos valores perdidos, como el esfuerzo, el sentido de la lealtad, el espíritu de superación, la fidelidad, el respeto, el sentido de la responsabilidad, la idea de servicio a los demás, que no puede existir una sociedad basada sólo en derechos, porque la vida en comporta también obligaciones

Aunque tal vez, digo yo, algunos piensan que el sentido común sea cosa de otros tiempos, hablar de viejos, filosofía barata propia de gente no leída y antigua que no está al día, que no es cool: de friquis. .@mundiario
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Alfonso García

Dedico mi tiempo libre a escribir artículos de opinión en El Correo Gallego y en Mundiario.com, y monografías sobre temas diversos. Actualmente corrijo y amplío mi último libro, “Algunos abuelos de la democracia (Iglesias, Zapatero, Rajoy, Sánchez, Rivera)”, con semblanzas de “otros abuelos” de políticos de hoy, como los de Aznar, Casado, Maíllo y Lastra, entre otros. También actualizo museofinanciero.com, un museo virtual de documentos antiguos relacionados con el sistema financiero español y el ferrocarril. Gracias por tu visita.
Alfonso García López (Madrid, 1942), jubilado como notario y escritor.