Las dos “Españas” forman parte de nuestra vida desde el momento en que nacemos; tal vez por ello no reparamos en esa dualidad, de la misma manera que no reparamos en las canas, arrugas y peso que vamos acumulando con el transcurso del tiempo, porque cuando nos miramos cada mañana en el espejo, seguimos siendo nosotros. Sin embargo, siempre están presentes en cualquier acontecimiento, sea coyuntural o duradero, cultural, político, religioso, deportivo, ideológico,…

Unos pregonan algo sensato y razonable, la necesidad de un acuerdo multipartidista para reconstruir esta España que va a quedar como unos zorros; los otros, se resisten porque se han enterado de esa supuesta voluntad de pacto a través de los medios de comunicación.

Unos -un periodista republicano y quienes se han adherido a su propuesta- proponen la concesión del ¡Premio Princesa de Asturias! al director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias: República y Monarquía.

Unos -miembros del Gobierno y políticos de todo signo- insisten machaconamente en las medidas preventivas que debemos adoptar para evitar la enfermedad; pero esos mismos violan manifiestamente el confinamiento y aparecen con frecuencia en sus comparecencias públicas, sin respetar las normas que han dictado.

Unos presumen de nuestro sistema sanitario, pero enviaron al personal que lo integra a combatir a cuerpo limpio contra el virus; ahí están los resultados: primer puesto en el ranking mundial de sanitarios contaminados.

Unos se lamentan en las ruedas de prensa, compungidos y apesadumbrados, del número de muertos del día, pero no celebran un acto fúnebre en el que toda España pueda recordarlos con respeto a ellos y sus familiares, al tiempo que se resisten a expresar su solidaridad con el sencillo gesto de un lazo negro en su solapa, o una visita a los hospitales.

Unos, ayer antepusieron su ideología, consignas e intereses de partido, al bienestar de los españoles, en una decisión calificable de imprudencia temeraria; esos mismos, hoy atribuyen con descaro y desvergüenza la responsabilidad de los fallecidos a la oposición.

Unos decían que determinados medios de protección no eran necesarios, porque en ese momento el desabastecimiento negligente era total, pero hoy recomiendan insistentemente su uso.

Unos se negaron a que se les hiciese el test para detectar la enfermedad mientras la prueba no estuviera al alcance de todos los españoles; otros, de forma poco ejemplar, consintieron que se les aplicara en varias ocasiones.

Unos, cuando estaban en la oposición, atribuían al Gobierno de turno, oposición de hoy, falta de transparencia; hoy, sentados en las poltronas del Gobierno se resisten a facilitar una información tan elemental como el nombre de los “expertos” tras los que se escudan para amparar sus muchas decisiones equivocadas.

Todos dicen desear lo mejor para España, pero a la hora de crear la comisión parlamentaria de reconstrucción nacional, en vez de buscar expertos en economía y en el mundo de la empresa y otras disciplinas, conceden el sillón de la presidencia a una persona sin relieve intelectual.

Hay una España solidaria con quienes viven solos y con los necesitados, y agradecida a quienes les cuidan sin descanso durante el confinamiento a costa de arriesgar su propia salud; pero también existe la otra España, la individualista, que no sólo no se protege ella misma, sino que, además, pone en riesgo la vida de los demás.

La España ejemplar durante la fase dura del confinamiento, sacrificada, espartana, resignada y cumplidora; y la otra, que, al flexibilizarse el encierro, invade las calles con desprecio a las normas.

Una España que acepta a rajatabla la prohibición; otra que no sabe convivir con una flexibilidad basada en su sentido común y en las pautas de auto protección aconsejables.

La prudencia, no sólo la opinión de los “expertos” sin nombre, aconsejaba la aprobación de la continuidad de un confinamiento elástico: ¿será posible?, ¿tendremos que lamentarnos en las próximas semanas? Lo que he visto hoy lunes en la calle, me llena de dudas. Deseo equivocarme. @mundiario

Alfonso García

Dedico mi tiempo libre a escribir artículos de opinión en El Correo Gallego y en Mundiario.com, y monografías sobre temas diversos. Actualmente corrijo y amplío mi último libro, “Algunos abuelos de la democracia (Iglesias, Zapatero, Rajoy, Sánchez, Rivera)”, con semblanzas de “otros abuelos” de políticos de hoy, como los de Aznar, Casado, Maíllo y Lastra, entre otros. También actualizo museofinanciero.com, un museo virtual de documentos antiguos relacionados con el sistema financiero español y el ferrocarril. Gracias por tu visita.
Alfonso García López (Madrid, 1942), jubilado como notario y escritor.