La coherencia –“actitud lógica y consecuente con los principios que se profesan”- no está de moda en el mundo actual.
Deseamos acabar con la pobreza en el mundo y los países ricos mantienen un consumo desaforado a “precios asequibles”, a costa de salarios miserables en países del tercer mundo, que producen lo que la sociedad opulenta demanda.
Sostenemos la prohibición de acabar con el consumo de energías contaminantes y recurrimos a las moratorias, porque el mundo no está preparado para las transformaciones necesarias.
Afirmamos que el uso de los plásticos deterioran el medio ambiente y lo permitimos, por ejemplo, en los envases de productos alimenticios, de limpieza y tantos otros; ahora bien, si las bolsas de plástico se pagan, dejan de ser contaminantes.
Uno de los grandes objetivos mundiales lo constituye la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición, pero se sigue produciendo y publicitando de forma masiva el consumo de productos alimenticios claramente perjudiciales para la salud.
Mantenemos un bajo crecimiento demográfico, que genera escasez de mano de obra en numerosos sectores económicos, pero rechazamos de plano la inmigración.
Y podríamos continuar analizando los fantasiosos objetivos de la Agenda 2030 y las medidas que se implementan para conseguirlos.
Si hablamos de política de proximidad, comportarse de forma contraria a los principios que se pregonan, en contra de la lógica y la ética, es moneda frecuente.
Esta incoherencia podría encontrar su causa en la inexistencia o debilidad de criterios, en la conveniencia de actuar en función de factores circunstanciales -ajenos al bien común-, o de intereses personales o de grupos. Conducta ésta, frívola, injusta y egoísta, que Groucho Marx expresó con claridad, sencillez y humor: “Estos son mis principios, si no le gustan, tengo otros.”
La proposición de ley de amnistía se debatirá en las próximas semanas y, tras su aprobación, será el Tribunal Constitucional quien tenga la última palabra sobre su constitucionalidad, que deberá acatarse.
Naturalmente, acatar no significa compartir, y a la vista está la división de la opinión pública, incluidos colectivos relacionados con la judicatura, el ejercicio del derecho, organizaciones empresariales, socialistas disidentes e instituciones de ámbitos muy diversos.
Numerosos miembros del Gobierno y del PSOE han venido afirmando, clara y reiteradamente, la “ilegalidad” e “inconstitucionalidad” de la amnistía y del referéndum de autodeterminación, hasta hace tres meses nada más.
Esos mismos personajes hablan hoy, con la misma reiteración y descaro, de la constitucionalidad de la amnistía e, incluso, piden al PP una “coherencia” de la que ellos carecen.
Todos ellos, a coro, emulando a los hermanos Marx, dijeron a los nacionalistas: Estos son mis principios –“ni la amnistía ni el referéndum de autodeterminación caben en la Constitución” -, … pero como no están ustedes de acuerdo, tengo otros: ahora sí “son constitucionales”.
El argumento fundamental que se esgrime en la Exposición de Motivos, es el “interés general”, “el interés de España”; otra incoherencia, porque, a la vista del trueque que se ha producido, se trata de intereses parciales, particulares, de grupo, que chocan de frente con la igualdad ante la ley de los españoles de todos los territorios, consagrada en la Constitución.
Estos hermanos Marx aplauden la investidura conseguida -constitucional, sin dudas y sin reservas-, miran para otro lado, olvidan y dicen con regocijo: “Hemos hecho de la necesidad, virtud.” @mundiario