En determinados momentos de la vida, sobre todo durante la adolescencia y primeros años de juventud, nos habremos preguntado por nuestra misión en este mundo. Las respuestas de cada uno serán bien diferentes: éxito profesionalmente, adquirir fortuna, llevar una vida pacífica y sin sobresaltos, crear una familia, disfrutar intensamente de todo lo que existe a mi alrededor, … En definitiva, tras esos deseos concretos se encuentra un objetivo claro: intentar ser feliz, de acuerdo con la idea que cada uno tiene sobre lo que es la felicidad.
Rabindranath Tagore, en su escueto – en palabras- poema titulado Servir, nos muestra el principio básico para acceder una existencia pacífica, serena, alegre y feliz; y lo hace de una forma sencilla, clara y convincente, al menos para mí:
Dormía, y soñaba que la vida era alegría.
Desperté, y vi que la vida era servicio.
Serví, y vi que el servicio era alegría.
También el sabio Aristóteles se preguntó cuál era la esencia de la vida y respondió, muchos siglos antes que Tagore: “Servir a otros y hacer el bien».
¿Y cómo hemos de entender la idea de servir? En mi opinión, en el sentido de estar disponibles para los demás, ayudar, auxiliar a los otros; regla aplicable a los ámbitos de la familia, la sociedad, el trabajo y cualquier otro.
Servir implica abandonar la comodidad y la pasividad para entregarse a los demás; olvidar el egoísmo y volcarse en la generosidad; acercarse con humildad a los que nos necesitan; renunciar a parte de nuestro tiempo para entregárselo a los demás; ser capaces de ponernos en el lugar del otro para comprender sus actitudes, inquietudes, preocupaciones y necesidades; servir es también escuchar con atención y mirar a los demás con comprensión y cariño.
Sirviendo, tendremos momentos de felicidad, o de alegría en palabras de Tagore, nosotros mismos, al sentirnos útiles, al tiempo que proporcionaremos alegría a los que nos rodean. Contemplar esta alegría en los otros será el más valioso retorno que podremos recibir por la asistencia prestada. Dicho de otra forma: cuanto más demos, más recibiremos.
¿Qué se puede añadir a las sabias palabras de Tagore? Solo se me ocurre decir que son válidas y merecedoras de ser aceptadas por cualquier ser humano de buena voluntad, independientemente de su ideología política, religiosa o de su cultura. Porque la diferencia entre la idea de servicio de unos y otros estribará en el motivo personal por el que cada ser humano acepta que el objetivo de su existencia es servir a los demás.
Servir a los demás no es “buenismo”, tampoco es tarea propia solo de la “gente mayor” o de quienes sienten el compromiso religioso de la fraternidad. El servicio, la ayuda a nuestros semejantes, es la esencia de la vida de los seres humanos de cualquier condición. @mundiario