La definición de lealtad es clara: “Cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad y las del honor y hombría de bien”. Podrían considerarse sinónimos de ella, nobleza, honestidad y honradez. Su definición etimológica sería: cualidad de ser respetuoso de la ley.

Sin ser leal a un mismo, es decir, a los valores y principios de vida personales, difícilmente se puede tener lealtad a instituciones, símbolos o personas.

En la amistad, por ejemplo, la lealtad es un valor entendido que no precisa un compromiso formal, explícito; son los hechos los que ratifican en cada momento su existencia. Sin embargo, para el ejercicio de ciertos cargos públicos se exige el compromiso categórico de lealtad, mediante una fórmula ritual clara, que no admite dudas sobre la responsabilidad de quien jura o promete un cargo.

En España la fórmula de promesa, o juramento, se pronuncia con la mano sobre La Constitución: “Prometo cumplir fielmente las obligaciones del cargo con lealtad al Rey, de guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado y guardar secreto de las deliberaciones del Consejo de Ministros (esta última parte en el caso de los ministros)”

Esa prometida fidelidad surge de la adhesión sin condiciones –porque la fórmula de promesa no las admite-, a unos valores, convicciones, normas y símbolos.

A la vista de determinados comportamientos es lícito pensar si algunos de los que prometieron pensaron seriamente en el calado de esa frase ritual que, tal vez, sus labios leyeron de forma mecánica y no con el cerebro.

Habría otra interpretación sobre la relación entre la promesa y las actitudes y comportamientos de algunos ministros del Gobierno de España: falta de voluntad de su cumplimiento: aunque no lo comparto, entro en el sistema y, desde él, hago todo lo posible por destruir el libro sobre el que puse la mano.

La primera interpretación podría disculparse, si los hechos posteriores no contradicen la promesa. En la segunda, ¿qué denominación debería recibir quien promete en falso? Seguramente que la primera palabra que le ha venido a la mente es perjuro; sin embargo, dado que no juraron, no sería aplicable, aunque sí las de infiel, desleal o felón.

Resulta imposible juzgar la intencionalidad de la persona, pero a través de su comportamiento y actitudes posteriores, sí podemos vislumbrarla. Algunas de esas actitudes frecuentes son: no hacer guardar la Constitución a quienes ofenden gravemente símbolos e instituciones, hasta el punto de haber promovido una proposición de ley para despenalizar las injurias a la Corona y los ultrajes a España.; en otros casos, ataques al poder judicial con una clara intencionalidad de condicionar sus decisiones; tibia defensa de la unidad de España, al apoyar la petición de ERC y Bildu de un referéndum sobre el derecho a decidir de Cataluña; campaña clara contra la Monarquía, atribuyendo al Rey falta de neutralidad. Seguro lector, que usted puede añadir otras deslealtades a esta lista.

Las manifestaciones a las que me he referido han sido hechas por miembros del Gobierno, actuando como miembros del Gobierno, que prometieron “…cumplir y hacer cumplir….”. Hablan siempre como si estuvieran en un mitin dirigiéndose a los suyos –con el entrecejo y la frente arrugada, manos en los bolsillos y gesto altivo-, con olvido de que forman parte del Gobierno de España. Les viene al pelo la frase de Raimundo Lulio: “El que es leal eleva su mirada con humildad, y el que es desleal, con soberbia.» @mundiario

Alfonso García

Dedico mi tiempo libre a escribir artículos de opinión en El Correo Gallego y en Mundiario.com, y monografías sobre temas diversos. Actualmente corrijo y amplío mi último libro, “Algunos abuelos de la democracia (Iglesias, Zapatero, Rajoy, Sánchez, Rivera)”, con semblanzas de “otros abuelos” de políticos de hoy, como los de Aznar, Casado, Maíllo y Lastra, entre otros. También actualizo museofinanciero.com, un museo virtual de documentos antiguos relacionados con el sistema financiero español y el ferrocarril. Gracias por tu visita.
Alfonso García López (Madrid, 1942), jubilado como notario y escritor.