Es muy español mirar para otro lado cuando tenemos un problema serio –como si, al no verlo, no existiera–, y lo dejamos hasta que se pudre. Naturalmente, cuando el asunto se corrompe, hiede y, a partir de ese momento, resulta imposible olvidarlo y perturba. Esta situación, que puede llegar a durar años, incluso generaciones, se da en todos los ámbitos –personal, familiar, laboral, social y político, naturalmente.

Me voy a permitir importunarles con la reproducción literal del texto de un periódico; al final, les desvelaré el nombre del diario y su fecha. Merece la pena:

“Este problema de Cataluña ha sido una de las grandes cuestiones españolas que nuestros gobernantes creían resolver aparentando que lo ignoraban. Los ministros de los partidos turnantes han venido adoptando una actitud singular ante todas las cuestiones que afectaban al nervio de la vida de España: decretaban el silencio absoluto, trataban de dar al país la sensación de que los problemas no existían, y dejaban que la marea de inquietudes y zozobras ganase todas las playas mientras ellos inundaban el país de un optimismo hipócrita y falso que hoy se convierte en una formidable corriente de pesimismo…. Eso ha ocurrido con ….. y con el regionalismo

En el orden concreto de las aspiraciones regionalistas o nacionalistas, los Gobiernos de España llevaron más lejos su torpeza. Por ambición, por ruindad, por incomprensión o por inadaptación, creyeron ver en el movimiento autonomista una agitación de carácter pasional, algo así como la expresión de una exacerbada neurastenia política. Intentaron la división de fuerzas catalanas, con objeto de que algunos poderosos núcleos se opusieran al avance de las ideas regionalistas. Durante algún tiempo se estimó que el propósito estaba logrado y que no había motivo de preocupación en las agitaciones de ciertos grupos catalanes…. hace tiempo que se había demostrado la existencia de un denominador común a todos los catalanes, denominador común que no era otro que el catalanismo, regionalismo o nacionalismo. En cualquier catalán, por muy fuerte que fuese su apariencia anti regionalista, al menor esfuerzo se descubría un hombre dispuesto a cantar «Els Segadors».

No quisieron o no supieron ver nuestro políticos esa profunda identificación de todos los catalanes en una aspiración colectiva. Y tan ciega fue la obstinación, tan arraigado el propósito de ignorar el problema, que ni siquiera a última hora han sabido comprenderlo… Es natural que entre la cuestión catalana y los Gobiernos de Madrid se haya producido el fenómeno clásico: el de que todas las concesiones tardías a los movimientos revolucionarios, sobre ser ineficaces, acrecientan el brío de la revolución. Y no se podrá negar que, en un plano de ideas y de sistemas políticos todo el proceso de la autonomía catalana resulta revolucionario en relación con el régimen político de España….”

Quien tenga curiosidad por leer el artículo editorial completo, puede consultar la Hemeroteca digital de la BNE, diario El Sol del 17 de noviembre de 1918. Un siglo nos contempla y ahí sigue el problema, ya hiede.

¿Ocurrirá lo mismo con los grandes retos que España tiene planteados, tales como sistema electoral, poder judicial, enseñanza, pensiones, endeudamiento…? Pues, por lo que se ve, hay muchas probabilidades, porque el talante intelectual y de servicio de nuestros políticos es reducido: contemplan los problemas de España con la corta mirada de un gorrión, en vez de hacerlo desde la altura como el águila. @mundiario

Alfonso García

Dedico mi tiempo libre a escribir artículos de opinión en El Correo Gallego y en Mundiario.com, y monografías sobre temas diversos. Actualmente corrijo y amplío mi último libro, “Algunos abuelos de la democracia (Iglesias, Zapatero, Rajoy, Sánchez, Rivera)”, con semblanzas de “otros abuelos” de políticos de hoy, como los de Aznar, Casado, Maíllo y Lastra, entre otros. También actualizo museofinanciero.com, un museo virtual de documentos antiguos relacionados con el sistema financiero español y el ferrocarril. Gracias por tu visita.
Alfonso García López (Madrid, 1942), jubilado como notario y escritor.