Leibnitz definió la política como “el arte de lo posible”; siglos después un político francés la redefinió como “el arte de hacer posible lo necesario”, introduciendo realismo en el concepto.
Creo que sigue siendo válida la definición, aunque hay distintas “artes” o modos, en cuanto a lo que es “posible” o no, y disparidad de opiniones en cuanto a lo que es “necesario” y su gradación. Y de estos tres elementos surgen ideologías, partidos y estilos en el ejercicio de la política.
Las ideologías pueden ser democráticas, autoritarias, liberales, asamblearias; y, a su vez, cada una de ellas puede revestir apariencias partidarias diferentes. Los estilos dependerán más de los líderes: credibilidad, formación, experiencia, capacidad de negociación, habilidad, confianza inspirada…
Ahora bien, cuando hablamos de los otros dos elementos, lo “posible” y lo “necesario”, surge necesariamente el debate sobre la jerarquización de las necesidades y el realismo acerca de lo que se considera hacedero, realizable o posible. Obviamente, ambos conceptos, pero sobre todo la priorización de lo necesario, están a su vez influidos por el primer elemento de la definición: el arte, la forma, el estilo utilizado para ponerlo en práctica.
Algunos partidos políticos plantean objetivos que se encuentran fuera de lo “posible”, constituyen auténticas utopías carentes de realismo y reflejan desconocimiento o confusión sobre el entorno, los recursos disponibles, los medios necesarios, las dependencias externas, la evolución de la sociedad y las “artes” o las formas de hacer política en una gran parte del mundo, que se convierten en grandes corrientes que nos arrastran.
Naturalmente, esas mareas que nos arrastran y hacen imposibles algunos objetivos de ciertos grupos políticos, que deberían tomar conciencia, sin renunciar a nada, de que la sociedad va por otro camino.
También, con frecuencia, estos planteamientos utópicos se utilizan como señuelos para atraer adeptos, deslumbrados por el brillo de lo que se ofrece, lo que implica una actitud de engaño por parte de quienes los ofrecen -si son realmente conscientes de que ofrecen fantasía- o muestra de ignorancia.
El tercer elemento de la definición es el debate de lo que se entiende por “necesario”. Habría que empezar por preguntarse, ¿necesario o conveniente para quiénes?, ¿necesario para el correcto funcionamiento y estabilidad de la sociedad en su conjunto?, ¿necesario y… posible?…
Es evidente que cada ciudadano tiene su propia idea del arte o estilo de hacer política, influido por una ideología o forma de pensar concreta; también puede tener su propia concepción, si ha tratado de informarse, sobre lo que es posible y lo que es oropel o utopía. Finalmente, tendrá su propia jerarquía de necesidades, personales y sociales.
Encontrar un partido político que concite la convicción del votante sobre los tres elementos de la política, es imposible. En consecuencia, hay que elegir, que es otro arte, la opción que se aproxime más a nuestra idea sobre el estilo o la forma; la más realista sobre lo posible y, finalmente, la más impregnada de solidaridad y sentido de lo que es justo, para decidir sobre lo necesario.
Una segunda opción es el voto en blanco, nunca respetado, ni tomado en consideración por la clase política, pese a su profundo sentido.
Finalmente, la tercera opción es no votar, por considerar el voto sólo como un derecho y no como una obligación moral, social y solidaria. Habrá diferentes motivos, es cierto, pero el pasotismo, la nostalgia o la decepción de un núcleo importante de abstencionistas, siempre es utilizado de forma interesado por los partidos políticos, que los interpretan en función de sus intereses.
Link al artículo →
Magnífica exposición del tema política perfectamente explicado. Yo pienso que es imposible gobernar al gusto de todos y tocar todas las necesidades del ciudadano, no por eso debemos dejar de votar y así comprobar cuanta verdad hacen en lo que prometen.