No sé si ha sido por el reciente cumpleaños y la oportunidad que las vacaciones nos brindan para meditar con sosiego, el caso es que me he decidido a compartir con mis lectores algunas de esas reflexiones. Habrá quien las considere obviedades, otros no las compartirán y, espero, que a alguno le sirvan de ayuda o para pensar.

Nunca es tarde; siempre es momento para hacer lo que debimos hacer y no hicimos, para decir la palabra que en su día omitimos o para sentir y expresar sentimientos que en algún momento escatimamos.

El silencio y la soledad con uno mismo, tan infrecuentes y difíciles de conseguir hoy, son herramientas básicas para conocernos mejor y valorar nuestra actitud ante la vida.

Cuando el ambicioso no alcanza los objetivos que pretende, intenta evitar la zozobra y el desencanto imitando la actitud de la zorra ante las uvas que vanamente intentaba alcanzar: “no están maduras”.

El rencor corroe el alma de quien lo siente, con la misma contumacia que la carcoma lo hace con la madera. El perdón es más saludable para quien olvida y lo otorga, que para la persona destinataria del resentimiento.

La moderación en cualquier actividad de la vida proporciona a quien la practica, paz y estabilidad; la inmoderación genera insatisfacción y ansiedad.

El principio de igualdad ha invadido ámbitos muy diversos de la sociedad actual; en numerosas ocasiones la igualdad es injusta, porque lo justo es dar a cada uno lo que le corresponde, en función de su capacidad y méritos.

El relativismo imperante hace que la conciencia individual se constituya en juez supremo a la hora de decidir entre lo procedente y lo improcedente, lo justo y lo injusto,…, lo que supone despreciar reglas de convivencia.

Valores como el esfuerzo, el respeto, la tolerancia, la tenacidad, las cosas bien hechas, la colaboración,…, facilitan la convivencia y fortalecen ante la adversidad.

Habitualmente reparamos en la alegría que produce servir a los demás; y tan importe como dar es tener la disponibilidad para recibir, con olvido del orgullo, el amor propio o la vanidad.

Aceptamos de mal grado los sentimientos y hechos negativos que encontramos en el camino, sin percatarnos de que la placidez existe porque también existe el dolor, el cansancio y el bienestar, la tristeza y la alegría.

La imaginación, la iniciativa, la creatividad, el sentido del riesgo, no temer incurrir en errores… fomentados desde la niñez, son pilares fundamentales para el crecimiento y la prosperidad de un país.

Sigan disfrutando del verano con paz y sosiego. @mundiario

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Alfonso García

Dedico mi tiempo libre a escribir artículos de opinión en El Correo Gallego y en Mundiario.com, y monografías sobre temas diversos. Actualmente corrijo y amplío mi último libro, “Algunos abuelos de la democracia (Iglesias, Zapatero, Rajoy, Sánchez, Rivera)”, con semblanzas de “otros abuelos” de políticos de hoy, como los de Aznar, Casado, Maíllo y Lastra, entre otros. También actualizo museofinanciero.com, un museo virtual de documentos antiguos relacionados con el sistema financiero español y el ferrocarril. Gracias por tu visita.
Alfonso García López (Madrid, 1942), jubilado como notario y escritor.