El fin de año invita a recapitular y analizar los sucesos más significativos en los ámbitos personal, laboral, profesional, empresarial y, naturalmente, político.
as reflexiones que siguen son, como siempre, opinión personal de quien tiene el privilegio de exponer públicamente sus ideas, siempre con respeto, con convicción y con rotundidad.
Confiábamos en que 2022 sería de recuperación económica tras la pandemia, pero la invasión de Ucrania tuvo consecuencias importantes: tensión internacional, aumento del gasto público en Europa, crisis energética, inflación, subida de los tipos de interés e incremento del endeudamiento, por citar sólo algunas.
El exhibicionismo bélico en el Oriente asiático -China, Corea del Norte, Corea del Sur, Japón y Taiwan- y la imprudente visita de la señora Pelosi, generaron inseguridad.
Añadamos las protestas en Irán y la reacción de las autoridades, las crisis política y económica en Gran Bretaña y la hipocresía de la civilización occidental ante el Mundial de Fútbol de Qatar, que ha puesto sobre la mesa, una vez más, que ante el poder económico no hay ideologías ni principios: todos quieren la amistad de la China comunista y de los países islámicos ricos.
En España, la situación está marcada por la profunda crisis de las instituciones básicas.
El poder judicial ha sido vejado y los jueces insultados con vocablos como fascistas, nazis, machistas e incompetentes. A su vez, los dos partidos políticos mayoritarios no han sido capaces de alcanzar un acuerdo sobre la renovación del CGPJ, culpándose recíprocamente, y el PSOE con la pretensión de cambiar las reglas.
Los españoles no somos como se muestran diputados y senadores en sus debates: broncos, vocingleros, lenguaje barriobajero, faltones y despreciativos -con gestos y ausencias- con sus colegas de escaño. Por otra parte, su tarea legislativa está presidida por la ligereza, las prisas, falta de rigor jurídico y desprecio manifiesto a los informes emitidos por instancias consultivas. Ahí están las consecuencias efectivas de la llamada ley del “sí es sí” y las que pueden derivarse de la derogación del delito de sedición, modificación del de malversación y ley de las familias, entre otras.
La Corona cumple con prudencia y eficacia su función hasta donde la Constitución le permite. Su antecesor, pese a su abdicación y alejamiento, mantiene abierta la brecha por la que perdió el respeto de una gran parte de los españoles.
Un Gobierno con discrepancias internas evidentes y constantes, pese a lo cual el presidente claudica hasta perder su dignidad sin empacho, aceptando apoyos que tienen un alto precio.
Los partidos políticos tampoco han tenido un comportamiento ejemplar: crisis bochornosa del PP; quejas con la boca chica algunos barones del PSOE; Ciudadanos pretende ser el Ave Fénix; Vox, está enojado con el mundo y sus líderes usan un lenguaje hosco, gesto torcido y la intransigencia como bandera.
¡Qué decir de los nacionalistas!, pues que hacen honor al refrán “llámame perro y tírame pan”. Tras los indultos, modificación del Código Penal a su medida y otras gabelas, exigen la autodeterminación y la amnistía.
Si tras las elecciones generales de 2023 gobernara el PP, desmontar el tinglado creado sería tarea complicada, pese a las promesas del señor Feijóo.
La otra opción, que siga gobernando la mayoría claudicante de hoy, serviría para completar la tarea destructiva con nuevas concesiones a los nacionalistas y a todo el que se invente algún derecho.
Pese a todo, estamos en días propicios para la esperanza y la fraternidad y para soñar con que algo puede cambiar.
¡Feliz Navidad, queridos lectores! @mundiario