El Gobierno de España se encuentra acorralado entre graves problemas: la pandemia y sus consecuencias; las contradicciones y faltas de acuerdo entre los dos partidos coaligados; el renovado pulso independentista catalán, con motivo de la formación de su “nuevo” gobierno; el descalabro sufrido por el PSOE en las elecciones de la Comunidad Autónoma de Madrid, y los discursos críticos de líderes del PSOE, de ayer y de hoy.
A ello hay que añadir los recientes sucesos de Ceuta y Melilla, que nada tienen que ver con la inmigración, sino con la amenaza permanente de anexionarse el antiguo Sahara español y las ciudades españolas de Ceuta y Melilla. Y lo han hecho aprovechando la debilidad de nuestro gobierno, como lo hizo el Rey Mohamed VI el año 1975, en plena agonía de Franco.
Hay que añadir los graves errores en que ha incurrido el Gobierno de Pedro Sánchez: pacto con los partidos independentistas y extremistas; errores e incoherencias en la gestión de la pandemia; la declaración imprudente y extemporánea de Pablo Iglesias sobre el pueblo saharaui, y, finalmente, acoger en un hospital español, precisamente en estas circunstancias, al líder saharaui –“no con identidad falsa, sino con identidad distinta”, como dijo la portavoz Montero-, aunque haya sido por razones humanitarias. Por cierto, su líder usa avión medicalizado, médico personal argelino y un hospital extranjero, mientras el sufrido pueblo saharaui nace, vive y muere en el desierto en campamentos, provisionales desde hace algunas decenas de años.
Ante este panorama, el presidente ha abierto un arco iris para inundar de esperanza a Juan Español y hacerle olvidar las penas: el presuntuoso plan España 2050, ensoñación de perpetuación.
Para asegurarse los apoyos políticos hasta el año 2024 –“después de mí, el diluvio”, o “ya veremos”-, ha venido regando en su huerto la planta del indulto a los catalanes que condenó el TS por delito de sedición; y la plante acabó de florecer en forma de próxima concesión del indulto-apaño. Y ello, a pesar de los demoledores informes de la Fiscalía, y del T.S. por unanimidad.
La exposición de motivos de la Ley del indulto razona que no se concederá, sino “…después de un estudio detenido sobre las consecuencias que haya de producir, bajo el aspecto de la justicia, de la equidad o de la conveniencia social.” ¿Cuál es la conveniencia social, la de todos los españoles, incluidos los catalanes no independentistas? Al menos en mi opinión, la conveniencia de los españoles es el cumplimiento de las condenas, máxime cuando la conducta de los encausados, tanto durante el proceso como posteriormente, e incluso ahora, en el discurso del presidente de la Generalidad, fue y sigue siendo, de ratificación en el delito por el que fueron condenados, sin que existan pruebas o indicios, como dice el Tribunal Supremo en su informe, de arrepentimiento o, más claramente, de acatamiento de la Constitución.
Sánchez responde al informe del TS afirmando que la Constitución es concordia, reconciliación y acuerdo y que en ella no hay ni rencor, ni venganza, ni espíritu de revancha. Efectivamente, el pacto social que supone la Constitución fue posible precisamente por ese espíritu de concordia, pero ninguna de esas palabras aparece en su texto; sí figura, en el artículo 1º, que “España es un Estado social y democrático de Derecho”, basado, por lo tanto en la Ley y en su cumplimiento. @mundiario