¿Quién recuerda las lejanas voces defensoras de las listas abiertas, que permiten a los electores optar entre candidatos de listas diferentes? Todos los partidos han enmudecido, incluido el Podemos asambleario. Los candidatos de cada partido van todos en un mismo lote: o los tomas o los dejas. Sin embargo, sabemos –sobre todo en las convocatorias municipales y autonómicas- en quién podemos o no confiar.
Suele decirse para rechazarlas, que “la gente siempre vota a los primeros de la lista” y “a nuestra democracia le falta madurez”. Pero ¿por qué podemos votar nombres y no listas en el Senado? Porque el Senado es una cámara prácticamente irrelevante y en el Congreso y parlamentos autonómicos no conviene. Y no conviene a los partidos porque con listas cerradas es más fácil transmitir consignas, conseguir unanimidades, mantener una disciplina férrea y porque todos saben que las bocas cerradas tienen premio.
Quienes creemos en las listas abiertas estamos en contra de las medianías que se esconden en el grupo; de los aprieta-botones y de las dóciles correas de transmisión. Decimos sí a quienes tienen criterio propio y tratan de hacerse oír; a los que infunden confianza, a los que recorren su circunscripción y escuchan a sus conciudadanos. También debería exigirse la vinculación de los candidatos a su circunscripción y mantener en ella una oficina abierta para escuchar las inquietudes de sus representados. Pero hay más. Las desmesuradas reivindicaciones de algunas comunidades autónomas son posibles con una Ley Electoral como la actual, que da un exagerado e injusto peso político en el Congreso de los Diputados a los partidos regionalistas. Todos lo saben, pero nadie se ocupa del remedio, porque, en el fondo, los dos grandes partidos han compadreado siempre con los par
Otros temas, directa o indirectamente relacionados con las elecciones, son la democracia interna de los partidos –me refiero a la que tendría que haber, no a la que no hay- y su sistema de financiación; añado la financiación de organizaciones empresariales, sindicales y de otro tipo, que, al ser paniaguadas del gobierno de turno, se convierten en estómagos agradecidos y complacientes. @mundiario