Han pasado meses desde que sucedió el hecho al que me refiero en mi comentario, pero siempre estarán de actualidad las ideas y mensajes de su protagonista; porque hay seres humanos que, aunque se vayan, sus mensajes permanecen, dada su talla humana, incluso aunque estemos en desacuerdo con algunas de sus ideas políticas.
En octubre del pasado año José Mújica, se despedía de la actividad política a la edad de 85 años, con un corto y sencillo discurso en el senado de Uruguay, que, por curiosidad, acabo de leer.
Atrás quedaban los años de militancia en el movimiento tupamaro, guerrilla urbana de izquierdas, las armas y su terrorismo activo; su incorporación a las instituciones democráticas uruguayas; su participación en el Gobierno, la presidencia del país y su condición de senador.
Definía la política como la actividad noble que es: “lucha por conseguir la felicidad humana, aunque suene a quimera”. Detrás de esta sencilla afirmación se entiende que no existe la envidia, la corrupción, la mentira, la soberbia, la deslealtad, ni tantas otras facetas negativas presentes en la política. Coherentemente con esta idea, afirmaba que “ser senador significa hablar con la gente porque el partido no se disputa en los despachos”, pues es la única forma de conocer las inquietudes y las necesidades del pueblo: política de cuerpo a cuerpo, en mangas de camisa, sin cordones sanitarios.
“Tengo mi buena cantidad de defectos, soy pasional, decía, pero en mi jardín no cultivo el odio desde hace décadas, porque el odio nos estupidiza y nos hace perder objetividad”; y carecía de odio, a pesar de lo que había sufrido durante su larga etapa carcelaria. El odio es ciego, como el amor, pero el amor es creador y el odio nos destruye.
Pero no son sólo palabras; José Mújica y Julio María Sanguinetti, ambos ex presidentes de Uruguay, eligieron el mismo día para despedirse de sus colegas senadores y, al finalizar su discurso, se fundieron en un abrazo dos personas que habían sido rivales políticos: “Supimos ser adversarios, sin ninguna ofensa a lo largo de los años”.
A los jóvenes que aspiran a triunfar en la vida les mandaba un mensaje de enorme fuerza: “Triunfar en la vida no es ganar, sino levantarse y volver a empezar cada vez que uno cae”.
José Múgica tuvo un estilo de vida coherente con las ideas que defendía. Decía de sí mismo que no era un hombre pobre, sino que “preciso poco para vivir bien… y vivo con lo justo para que las cosas no me quiten la libertad”; máxima expresión de la verdadera felicidad. Precisaba tan poco, que donaba un elevado porcentaje de su sueldo como político a un programa de construcción de viviendas sociales. Vivió toda su vida, incluso durante su etapa de ministro y presidente de Uruguay, en una humilde granja.
¿Creen ustedes, lectores, que puede ser cierta la idea de que si no podemos ser felices con pocas cosas, tampoco lo vamos a ser con muchas?
Tal vez, reparando en la vida de José Mújica, en su sencillez, humildad, realismo, capacidad de cambio para adaptarse a las diferentes situaciones que se nos plantean, lleguemos a la conclusión de que sus palabras ciertas.
¡Qué ejemplo de un político de izquierdas para los de diestra y siniestra de nuestro país! @mundiario
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