Antonio Machado escribió unos sencillos y expresivos versos sobre la verdad, que revelan su verdadero significado:

¿Tu verdad? No, la verdad; y ven conmigo a buscarla.

La tuya, guárdatela
Es muy frecuente hablar de mi, tu, su verdad o ponerle otros adjetivos, dando a entender que existen varias verdades. Nada más falso: la verdad es una, la verdad es un absoluto, existe por sí misma; cualquier adjetivo que antepongamos no es más que una opinión subjetiva sobre ella.

La verdad nunca es una ofensa, aunque pueda herir a quien la escucha. La verdad no puede alterarse; eso sí, la podemos olvidar, despreciar, ocultar o tergiversar, con el propósito de perjudicar a otro. Esta faceta de la verdad, hoy tiene mucho que ver con las redes sociales, en las que son muchos los que cuentan determinados hechos como les gustaría a ellos que hubieran sucedido y no como sucedieron realmente, con el malévolo propósito de denostar a otra persona. Esto es posible con la complicidad, inconsciente pero negligente, de quienes reenvían mensajes sin detenerse a analizar su contenido. Hay un factor añadido que agrava esta modalidad de difusión: el anonimato bajo el que suelen esconderse quienes inician la cadena.

Nunca debe ser argumento para reenviar el mensaje el hecho de proceder de un amigo o alguien de nuestra confianza, salvo que tengas la certeza de que lo ha constatado o lo haces tú mismo.

No siempre es fácil encontrar la verdad. Su búsqueda debe hacerse con rigor y honradez, es decir, despojados de prejuicios, animosidad o intencionalidad previa.

La búsqueda, proclamación y defensa de la verdad exige un cierto grado de humildad para admitir errores en lo que creímos que era verdad. Sólo así podremos encontrarla. El sabio Tagore encontró una frase para esta idea sobre la verdad: “Si cierras la puerta a todos los errores, también la verdad quedará fuera.”

La verdad debe mostrarse, aunque en ocasiones exija coraje y decisión e, incluso, dudemos sobre la conveniencia o la oportunidad de exponerla en un momento concreto, pero debemos hacerlo porque el silencio la corrompe. Francisco de Quevedo lo dijo muy claramente:

“Pues amarga es la verdad, quiero echarla de la boca; y si al alma su hiel toca, esconderla es necedad. La verdad es lo que es y sigue siendo verdad aunque se piense al revés.”

Quien por interés no descubre la verdad, o retrasa su manifestación, debe ser reprobado. Esta actitud es muy frecuente en política: la verdad se conoce desde hace tiempo y se mantiene oculta hasta que llegue el momento propicio para descubrirla; estamos viviendo hoy varios casos.

La verdad no está del lado de quien grita más, de quien más se hace notar. Desconfiad de quien adopta esta actitud.

La mentira se aborrece, el error se disculpa o perdona, la verdad, sencillamente, se acepta, porque, de no hacerlo, se impondrá con su propia fuerza.

Quien miente se convierte en esclavo de su mentira y del compromiso íntimo consigo mismo de mantenerla oculta siempre. Aceptar la verdad libera de esa esclavitud. @mundiario

Alfonso García

Dedico mi tiempo libre a escribir artículos de opinión en El Correo Gallego y en Mundiario.com, y monografías sobre temas diversos. Actualmente corrijo y amplío mi último libro, “Algunos abuelos de la democracia (Iglesias, Zapatero, Rajoy, Sánchez, Rivera)”, con semblanzas de “otros abuelos” de políticos de hoy, como los de Aznar, Casado, Maíllo y Lastra, entre otros. También actualizo museofinanciero.com, un museo virtual de documentos antiguos relacionados con el sistema financiero español y el ferrocarril. Gracias por tu visita.
Alfonso García López (Madrid, 1942), jubilado como notario y escritor.