La publicidad es invasiva, la pública y la privada; ésta última, especialmente en épocas propicias para el consumo, como la Navidad. Aquello de que el buen paño en el arca se vende, ha perdido toda vigencia; hoy es una necesidad mostrarse.
Me llama especialmente la atención la publicidad en televisión de perfumes y productos de belleza, insertada en las horas punta: señoras estupendas, insinuantes, sofisticadas, muchas de ellas inexpresivas -tal vez extasiadas con el aroma que anuncian-, con mucha piel a la vista.
Es decir, la mujer cuya imagen se pretende desterrar, por considerarla objeto de deseo machista. Claro que también sucede lo mismo con varones ambivalentes de torso desnudo, aire neutro, como perdidos, que colaboran con señoras en el mismo anuncio o adquieren autonomía para publicitar productos similares destinados a varones. Pero las feministas no critican el uso del hombre objeto.
En mi opinión, esta publicidad es una necesidad de las marcas: no estar presentes donde están otras, equivale a no estar. Sin embargo, tras cinco o seis anuncios seguidos de productos similares, ¿quién se acuerda de la marca?
Tengo la sensación de que con determinada publicidad institucional sucede algo parecido: hay que estar presente, para que no digan que….Tal vez también influya la conveniencia de compensar de forma solapada a determinados medios por la locuacidad o mudez sobre temas concretos, así como la de mantener ocupado al personal de determinados chiringuitos.
¿Será eficaz la publicidad contra la “violencia de género” que se ve por todas partes? ¿Alguien puede creer que un maltratador de seres humanos, un pederasta o un abusador sexual, reprimirán su perverso instinto, tras meditar sobre el contenido de los anuncios condenatorios? ¿Es que tienen que convencernos de la maldad de estos comportamientos?
¿Por qué no hacer una campaña para disuadir a los malversadores -ahora más necesaria con la posible reducción de las condenas-, para los defraudadores, para los que se dedican al tráfico de influencias, para los que no respetan los pasos de peatones o los semáforos, para no copiar en los exámenes, …?
Las conductas antisociales son reflejo de la falta de respeto al otro, del desprecio a normas elementales de conducta y a principios de vida que nada tienen que ver con la política o con las ideologías.
En consecuencia, la mejor manera de prevenirlas es la educación en casa y en la escuela. Pero esto es tarea que lleva su tiempo y banalizamos las soluciones, porque no se piensa en el futuro.
La publicidad, las manifestaciones y algaradas, las pancartas-consigna y las frases hechas deberían ser sustituidas por medidas de protección ante las denuncias y dureza en el castigo al reincidente; fortalecimiento de valores como respeto, tolerancia, solidaridad, libertad y responsabilidad, asunción de la existencia de derechos y obligaciones.
En definitiva, ver al “otro” como merecedor de la misma dignidad que deseo para mí. @mundiario
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