Hablaba la semana pasada de la influencia social de los medios de comunicación y redes sociales, pero el poder de la publicidad no le va a la zaga. Observen con ojo analítico sus mensajes: protagonistas del mensaje –uso frecuente de los niños–; relación entre lo anunciado y el contenido del anuncio; respeto, o no, al principio de igualdad de género; facilidad, rapidez, sencillez y comodidad para conseguirlo todo –cuerpo 10, alegría, felicidad, idiomas, salud, energía– y, casi siempre, lo visual por encima de lo verbal y del verdadero contenido de lo que se transmite.
Empiezan por generar una necesidad o hacer deseable un producto o servicio, para que surja en el consumidor el deseo de satisfacerla; procedimiento a través del que se modifican referentes personales y jerarquía de valores y necesidades.
Para hacer algo deseable, se relaciona el producto o el servicio con un significado simbólico: el gimnasio, con la obtención de un cuerpo escultural; determinados alimentos o bebidas, con la salud; perfumes y cosméticos, con la belleza y el glamur; artículos relacionados con las tareas del hogar, con la alegría, la felicidad; comer juntos una pizza o un dulce ante la televisión, significa vida familiar; usar una determinada marca de café o sopa nos identifica con el famoso que protagoniza el anuncio; las burbujas de una popular bebida llegaron a relacionarse con la alegría y la felicidad. En resumen, nos dicen, la felicidad se encuentra comprando.
Pero este fomento del consumismo, que basa la vida en el materialismo, nunca nos deja satisfechos; es más nos hace vivir en una permanente ansiedad por alcanzar lo que nos ofrecen y en la decepción, al no alcanzar los estereotipos que nos proponen: belleza, familia, salud, fuerza, atracción sexual, felicidad, etc.
Se va intensificando la publicidad del juego en televisión y en Internet, disponible para adultos, niños y jóvenes. Para ello utilizan chicas esculturales, famosos de medio pelo, futbolistas, periodistas y actores; conceden un crédito para empezar a jugar; con la inocente apariencia de las competiciones deportivas o cualquier otro evento. Resultado: el número de anuncios sobre juego online se ha multiplicado por nueve desde el año 2014.
Lo mismo que se prohibió en su día la publicidad sobre el tabaco y las bebidas alcohólicas, debería prohibirse la publicidad del juego y aumentarse la imposición fiscal sobre sus ganancias. @mundiario