Muchos refranes españoles aconsejan prudencia en el hablar: hablen cartas y callen barbas; quien mucho habla mucho hierra; uno es dueño de lo que calla y esclavo de lo que habla; quien de verdad sabe de qué habla, no encuentra razones para levantar la voz; me he arrepentido de haber hablado, pero nunca de haber guardado silencio…

La ministra Yolanda Díaz es locuaz, protagonista, contradictoria en el mismo día –presume de creación de empleo y quiere derogar la ley de reforma laboral del PP-; se gusta a sí misma. En ocasiones, usa un discurso tan ininteligible como los que hacía el actor Antonio Ozores, recuerden la ¿explicación? de los ERTE, la sustitución de patria por matria, su reflexión sobre el hecho de que justicia social y justicia climática son cara de una misma moneda; la imposibilidad de traducir al castellano la palabra gallega saudade… Eso sí, aunque su lenguaje resulta impostado y larga palabras con fluidez, sin mirar los papeles, y de forma rápida, su discurso parece que convence a muchos.

Otra de sus características es que no distingue cuándo está en el escenario como Ministra y cuándo como militante, y, por ello, siempre habla como si se dirigiera a sus correligionarios, a pesar de su transversalidad. Como ejemplo, la propaganda que hace de la supuesta plataforma electoral femenina –sin programa-, siempre que se le presenta la ocasión, cualquiera que sea.

En su diccionario no debe existir la palabra lealtad –“que guarda a algo o a alguien la debida fidelidad”-, lo vimos la pasada semana al decir que, tres semanas antes de las manifestaciones del 8-M, “veía lo que iba a pasar con la covid”. Usted, en marzo de 2020, hizo manifestaciones solidarias con las decisiones colegiadas del Gobierno –las hemos vuelto a escuchar en radios y televisiones-, y, si como dice ahora, no estaba de acuerdo, debió dejar constancia expresa; como no lo hizo, es tan responsable como los demás, porque usted afirma que sabía lo que iba a pasar y advirtió de ello a sus colegas de sillón.

Quien se agarra, a toro pasado, al se veía venir o ya lo decía yo, es un ser mezquino que, además, va de listo por la vida sin serlo. Al día siguiente de expresarse de esta forma, cuando en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros un periodista le preguntó sobre este tema, salió por los cerros de Úbeda, acusando al PP de crear “una gran polémica artificial”.

Sigo con sus cosas. En una entrevista a la revista femenina Yo Dona – foto en portada, vestido de cuero negro brillante, carmín rojo fuego y mano en la cadera-, afirmó “yo no soy la típica mujer progresista”. Cuando un periodista se interesa por lo que usted entiende por mujer progresista, su respuesta es: “Con toda cortesía le digo que no compete”.

La señora Díaz cree que ha llegado su momento, el de la plataforma femenina transversal, dejando la izquierda para el PSOE, como ha dicho recientemente, y da la impresión de que quiere dinamitar la coalición y obligar al Presidente a anticipar las elecciones generales. El abrazo del oso.

El recorrido partidario de Yolanda Díaz –PC, IU, AGE, Podemos- la ha aupado a la vicepresidencia del Gobierno, desde donde se olvida del PC, de la coalición y de Podemos, con el propósito de volar sola con lo que ella llama “proyecto de escucha”.

¿Abandonará también a sus colegas de plataforma? @mundiario
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Alfonso García

Dedico mi tiempo libre a escribir artículos de opinión en El Correo Gallego y en Mundiario.com, y monografías sobre temas diversos. Actualmente corrijo y amplío mi último libro, “Algunos abuelos de la democracia (Iglesias, Zapatero, Rajoy, Sánchez, Rivera)”, con semblanzas de “otros abuelos” de políticos de hoy, como los de Aznar, Casado, Maíllo y Lastra, entre otros. También actualizo museofinanciero.com, un museo virtual de documentos antiguos relacionados con el sistema financiero español y el ferrocarril. Gracias por tu visita.
Alfonso García López (Madrid, 1942), jubilado como notario y escritor.