Van quedando atrás Papá Noel, el Portal de Belén, los encuentros familiares y los retos personales comprometidos para los próximos meses; los Reyes Magos han regresado a sus lugares de origen, después de sembrar ilusión en el corazón de niños y mayores, que, en ese día tan especial, viajamos a la infancia para compartir regalos con hijos y nietos, en una fugaz y débil resistencia al paso del tiempo.
Quedan hermosos envoltorios deshechos y lazos ajados, algunas desilusiones, alegría compartida, el recuerdo de quienes no nos acompañaron… y, sobre todo, la ilusión de los más pequeños que viven mil aventuras con sus juguetes y sus héroes, en espera del regreso a la escuela ávidos de aprender y compartir con sus compañeros.
El pesimismo latente en mis últimos artículos, que habrán detectado quienes me siguen, no afecta a la esperanza que pongo en el futuro, tomando como referencia a nuestros niños y el vivo deseo de sus padres de que crezcan en conocimientos y como personas.
Habrá quien piense que las normas que regulan la educación en España no propician el optimismo, particularmente las aprobadas durante el pasado año. Tal vez tengan razón, pero les animo a confiar en el valor educativo de la familia y en el valor de la ejemplaridad de padres y hermanos mayores para inculcar en los niños valores y principios de vida permanentes, ajenos al tiempo, modas, ideologías o convicciones religiosas. Delegar en la escuela la educación de los hijos es hacer dejación de un deber natural.
> Enseñarles a asumir las responsabilidades derivadas de sus acciones o inacciones, es un buen punto de partida, vinculado estrechamente a la educación en libertad, hasta para equivocarse, pero razonando la causa del error para tratar de evitarlo en lo sucesivo. Dicho de otra forma: utilizar error como medio educativo y no como causa de castigo.
> No temer los errores propiciará la imaginación y la iniciativa, fundamentales para su futuro personal, laboral o profesional.
> El trabajo en equipo será una valiosa herramienta para aprender de los demás, fomentar la solidaridad y descubrir con humildad las limitaciones individuales.
La justa y educativa relación entre mérito y recompensa está hoy desvalorizada, por la equivocada forma de entender conceptos como igualdad y equidad, con frecuencia aplicados de forma injusta, y por la mala prensa del esfuerzo, el sacrificio y la constancia.
Analizar con ellos sus actos y las correspondientes consecuencias, les permitirá desarrollar un espíritu analítico, entender el mundo que les rodea y tener opinión propia en una sociedad gregaria y propensa al seguidismo.
La prisa y la falta de sosiego del mundo actual están reñidas con el trabajo bien hecho, cualquiera que sea, y nos privan de la satisfacción natural que produce: ya sea un rompecabezas, los deberes bien presentados o la habitación ordenada.
Es vital mostrarles el camino de “aprender a aprender”, por la vía del razonamiento, el análisis, la constancia y la interpretación de los hechos, que les abrirá nuevas rutas de conocimiento. @mundiario
Link al artículo →