Las migraciones han sido una constante en la vida de los seres humanos.
Implican desarraigo familiar, cultural, sociológico, religiosos, de costumbres… y tienen su origen en guerras, hambrunas, persecuciones ideológicas y religiosas, falta de oportunidades laborales y educativas, desastres naturales… todas ellas fuerzas poderosas que empujan a buscar una vida mejor.
Hoy, su acogida masiva en los países de destino presenta algunos aspectos fundamentales: la necesidad de mano de obra en determinados sectores; la dificultad de su integración -costumbres, idioma, religión…; su rechazo por una parte de la población, que ve en ellos competidores laborales; los costes asociados para cubrir sus necesidades primarias.
En consecuencia, parece razonable que la migración sea regulada tratando de cohonestar las facetas reseñadas en el párrafo anterior. La consecuencia última de la entrada sin control es la supervivencia de forma indigna, que se contradice con la solidaridad invocada para consentir su entrada.
Lo dicho en el párrafo anterior, no está reñido con la sensibilidad, solidaria, o caritativa, cuando tienes ante ti a un ser humano necesitado de ayuda. Ahí está la inmensa labor de tantas organizaciones benéficas privadas, que dan cobijo y asistencia de todo tipo a un gran número de inmigrantes.
Pero ésta no es la solución, ni siquiera lo es la legislación de cada país. La única forma de atenuarla, pasa por la implementación por parte de la UE de un programa eficaz de ayuda a los países africanos emisores de migrantes. Esta sería la única forma de intentar fijar la población en su territorio. Tampoco debería olvidarse la necesidad de armonizar la legislación sobre inmigración, para adaptar las entradas a las necesidades.
Naturalmente ese plan a largo plazo debería compatibilizarse con medidas transitorias para cortar los flujos actuales, insoportables. Y la adopción de estas medidas de protección corresponden a la UE, que tiene la obligación de velar por la protección de sus fronteras.
Esa es la razón de ser de Frontex (Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas), en relación con las migraciones a países de la UE y de Schengen. Recordemos que Von der Leyen ha defendido la necesidad de implementar soluciones europeas comunes para gestionar la emigración. También la UE ha recordado -a Marruecos, concretamente- en algún momento que las fronteras españolas son fronteras europeas.
Existe el precedente de la intervención de la OTAN en el Mar Egeo, con motivo del flujo de refugiados desde Oriente Medio. Hace unos días, Sánchez pidió a la OTAN ayuda contra la inmigración. Diré, como inciso, que pocos días antes el partido PP recibió una negativa contundente, ante su propuesta de que la Armada de España controlase las aguas de Canarias, dada la situación de emergencia.
Entre los países con un mayor % de inmigrantes sobre su población figuran Suiza (28%), Australia (30%), Luxemburgo (47%), Suecia (19%), Liechtenstein (66%), Canadá (21%), Islandia (17%), que no suelen ser noticia por esta conflictividad, tal vez porque permiten la entrada de forma controlada, bajo los principios de trabajo e integración.
El 1 de enero del año 2023 había en Europa casi 64 millones de inmigrantes (en torno al 9% de la población).
Pero las migraciones son un fenómeno mundial: en el año 2020 casi 300 millones de personas vivían fuera de su país de origen (casi el 4% de la población mundial), cifra que triplicaba a la del año 1970.
En consecuencia, paliar las migraciones exige un programa mundial de ayuda, realista y eficaz, a los países que las generan. @mundiario
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Totalmente de acuerdo con lo expresado. Hay demasiada política y escasas soluciones reales.
La realidad es que de los mil quinientos millones de habitantes de África, más de la mitad tienen menos de 25 años y la mayoría con intención de irse a Europa. Un futuro complicado.