Una de las acepciones de la palabra pantomima es “farsa”, que significa: acción realizada para fingir. Estamos asistiendo a una representación teatral, cuyo final se conocerá el próximo día 23, momento en el que podremos confirmar, o no, que la pieza teatral es una farsa.

Se trata de una función en dos actos, dos únicos actores y, no se sorprendan, sin director, dado que, tan avezados y jóvenes intérpretes, tienen muchas tablas, además de sus currículos universitarios y han mamado la picaresca en nuestros más insignes escritores del Siglo de Oro de las letras.

Halagan y denostan al adversario, amagan el golpe con intención y no dan –bueno, algunas veces sí-, ofrecen con la boca chica y piden ser gobernadores de ínsulas como nuestro querido Sancho, se tratan como Pedro y Pablo, pero con la mandíbula apretada y el ceño fruncido. En resumen, uno aparenta ofrecer lo que no está dispuesto a dar de ninguna manera, pero desea dejar en evidencia al actor secundario obligándole a decir cosas contradictorias.

El actor secundario pide el oro y el moro, a sabiendas de que se lo negarán, porque el protagonista sabe que si entra en su casa será para darle el abrazo del oso. Pese a todo, pide y hasta ruega, pues también tiene el propósito de dejar al otro con las vergüenzas al aire.

Asisten a la farsa como invitados, otros actores, por ahora en el banquillo, que se encuentran cómodos observando la reyerta y el desgaste, según su opinión, de Pedro y Pablo, pues creen que esto les va bien a ellos, no a España.

Hay otro grupo invitado que se come las uñas, pues piensa que mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer –naturalmente, me refiero a los independentistas.

Me olvidaba del minúsculo grupo de figurantes que, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, pescan en río revuelto ofreciendo sus votos para sacar tajada para sus respectivas taifas.

En resumen: mal el primer actor; en su papel el actor secundario y equivocados los invitados, que podrían haber puesto sus condiciones para facilitar la investidura, y con ello podrían ganar adeptos para el futuro pensando en España y no en la zanahoria del propio partido. @mundiario

Alfonso García

Dedico mi tiempo libre a escribir artículos de opinión en El Correo Gallego y en Mundiario.com, y monografías sobre temas diversos. Actualmente corrijo y amplío mi último libro, “Algunos abuelos de la democracia (Iglesias, Zapatero, Rajoy, Sánchez, Rivera)”, con semblanzas de “otros abuelos” de políticos de hoy, como los de Aznar, Casado, Maíllo y Lastra, entre otros. También actualizo museofinanciero.com, un museo virtual de documentos antiguos relacionados con el sistema financiero español y el ferrocarril. Gracias por tu visita.
Alfonso García López (Madrid, 1942), jubilado como notario y escritor.