
i nos preguntaran qué aventuras del Quijote recordamos, habría una gran coincidencia en señalar las de los molinos de viento, los dos rebaños de ovejas confundidos con ejércitos enfrentados, la pendencia con los pellejos de vino, la liberación de los galeotes, el busto parlante o las Bodas de Camacho. Menos popular es el final de la obra, entrañable y conmovedora escena, en la que se sintetiza su significado.
Don Alonso Quijano se encuentra en trance de morir, rodeado de sus fieles amigos, la sobrina, el ama y, naturalmente, su fiel Sancho que le anima a ponerse bueno para volver juntos a los caminos en busca de aventuras.
El Caballero responde con una expresión, hermosa y aleccionadora:
“Señores, vámonos poco a poco, pues ya en los nidos de antaño no hay pájaros ogaño. Yo fui loco, y ya soy cuerdo: fui don Quijote de la Mancha, y soy agora, como he dicho, Alonso Quijano el Bueno.”
Esta última sentencia de Don Alonso, ha sido objeto de numerosas interpretaciones, entre otras: hacer algo inadecuado para su edad; no dejes pasar la ocasión; las cosas no serán siempre como son ahora; la mudanza de las cosas; imagen de decadencia cuando se compara el presente con el pasado…
Veamos otra, tal vez la más adecuada al caso. Cuando decimos que alguien “tiene muchos pájaros en la cabeza”, nos estamos refiriendo a quien tiene fantasía, imaginación, sueños… de cuya conversión en realidad tenemos dudas. Pues a Don Alonso Quijano, cuando se transformaba en Don Quijote, le sería muy de aplicación esta expresión, que él reconoce y acepta ante su inminente final.
Y a esos pájaros se refiere en el lecho de muerte, al volver la vista atrás con nostalgia y melancolía. Nostalgia de haber intentado cambiar un mundo que no le gustaba, del deseo de ver cumplidas sus fantasías en aventuras vividas por caminos, sierras, ventas, palacios y aldeas. Melancolía, porque reconoce que un hombre solo no puede cambiar el mundo, admite su error y, en el hondón de su alma, le duele no haberlo conseguido.
“Fui loco y ya soy cuerdo” es el reconocimiento humilde de su fracaso y renuncia al pasado. Remacha esta idea en una cláusula de su testamento, por la que condiciona la herencia que deja a su sobrina, al hecho de que no contraiga matrimonio con varón aficionado a los libros de caballerías, pues en ese caso perdería sus derechos.
Aún hay otro desahogo íntimo, en el momento en que se enfrenta a la muerte, al pedir perdón a su fiel Sancho:
“Perdóname, amigo, de la ocasión que te he dado de parecer loco como yo, haciéndote caer en el error en que yo he caído, de que hubo y hay caballeros andantes en el mundo”.
Con este final, Cervantes parece trasladarnos la idea de que la felicidad del ser humano se encuentra en vivir comprometido con unos principios de vida -los que nos refiere la personalidad cuerda de Don Alonso Quijano a lo largo de la obra-, y no en pretender la tarea imposible de cambiar el mundo un hombre solo. Esa labor tendría que ser acometida por la suma de los comportamientos éticos de muchos “quijotes”.
Comportamiento ejemplar el de Don Alonso, al utilizar el último aliento de vida para reconocer su error y pedir perdón al más directamente perjudicado con sus ensoñaciones, su fiel Sancho. Nunca es tarde para cambiar de actitud y para pedir perdón. @mundiario
Querido Alfonso, amigo y compañero: Gracias por tu prolifica narrativa y tu buen hacer y fiel decir.