Por recomendación de una amiga, lectora voraz y coordinadora de clubes de lectura, he leído la novela de Rafael Reig, “Río de cenizas”.

Además del humor contagioso, gris o negro en algunos episodios, llamó mi atención el consejo dirigido a los jóvenes por el protagonista, decrépito e irónico, que quiere ajustar cuentas con su pasado cuando intuye que está próximo el final de sus días: “Llegad a viejos lo antes posible, para perder el miedo y ser libres.”

Y lo razona de la siguiente forma. Con los años se pierde el pelo, el vigor, la dentadura, la salud, el humor, la movilidad y hasta el miedo, pero te sientes más libre.

Tiene su gracia que un anciano decrépito se atreva a dar semejante consejo a los jóvenes; naturalmente, los jóvenes que hayan leído la novela o lean esta reflexión, se reirán del personaje e incluso hasta le harán una trompetilla. Es razonable.

Y también me la harán a mí, porque opino y siento lo mismo que el achacoso personaje. Efectivamente, con los años acumulados en la mochila de la vida, se camina más ligero de prejuicios y de temor a decir lo que se piensa, a quedar mal y al qué dirán; hablamos sin hipocresía y sin falsa modestia; desaparecen ciertas ataduras laborales, profesionales o sociales; somos dueños de nuestro tiempo; disminuyen las responsabilidades familiares…

al vez, para que el Mayor experimente y disfrute de esa libertad personal, debe tener en cuenta una idea fundamental: no enjuiciar el hoy con el criterio de ayer, según consejo del sabio Ramón y Cajal. Si no se tiene en cuenta este principio, nos invadirán la amargura, la desorientación y el aislamiento.

Desde la cima de la vida, la mirada es libre, la vista más amplia y tanto el pasado como el horizonte se contemplan con serenidad. El pasado, porque no lo podemos cambiar y el futuro porque ya no está en nuestras manos, por mucho que nos esforzáramos para modificarlo.

Es fundamental sentir y valorar esa tarea de vigía, observador, curioso, para seguir sintiéndonos parte del mundo, de la sociedad más cercana, de la familia, mediante el conocimiento de nuevas costumbres, ideas, modas, formas de vida… Aunque no estemos de acuerdo con todo o parte de lo que vemos, porque conocer no implica compartir.

El filósofo y psiquiatra Carl Gustav Jung afirmó que “no podemos vivir el atardecer de la vida con el mismo programa de la mañana”. Idea que no está reñida con la libertad expresar nuestra opinión sobre lo que nos rodea y, tal vez, ¿por qué no?, hasta cambiar de opinión sobre determinados asuntos o reconocer errores, porque siempre hay tiempo para la verdad y para enmendar.

Atrás quedan logros, alegrías, servicio, desilusiones, preocupaciones, incertidumbres, trabajo, contrariedades… y ¡hemos llegado hasta el hoy! Cada nuevo día debe recibirse y disfrutarse con la alegría de otro día y… aquí te espero. @mundiario
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Alfonso García

Dedico mi tiempo libre a escribir artículos de opinión en El Correo Gallego y en Mundiario.com, y monografías sobre temas diversos. Actualmente corrijo y amplío mi último libro, “Algunos abuelos de la democracia (Iglesias, Zapatero, Rajoy, Sánchez, Rivera)”, con semblanzas de “otros abuelos” de políticos de hoy, como los de Aznar, Casado, Maíllo y Lastra, entre otros. También actualizo museofinanciero.com, un museo virtual de documentos antiguos relacionados con el sistema financiero español y el ferrocarril. Gracias por tu visita.
Alfonso García López (Madrid, 1942), jubilado como notario y escritor.