En Galicia ha empezado la vorágine electoral: propaganda, pocos objetivos claramente explicados, algunas propuestas fundamentales “escondidas” y descalificación sistemática de los adversarios. ¿Cuántos electores leerán los programas de los partidos, cuando menos un resumen?
La consecuencia suele ser un voto poco informado, con frecuencia más visceral que razonado y la abstención de los que dicen eso es cosa de los políticos, yo no entiendo, no puedo hacer nada, ¿para qué? Así nos luce el pelo.
Supongo que el PP y sus asesores áulicos habrán aprendido la lección del fatal triunfalismo desencadenado en las elecciones generales del 23-J tras el debate entre Sánchez y Feijóo, y dejarán de considerar a VOX como el adversario a batir -de este último se podría decir lo mismo.
En cuanto a lo terrenal, para el PP, nada mejor que mostrar algunos datos macroeconómicos de interés, resultado de años de trabajo.
La deuda pública de Galicia ha aumentado desde el año 2014 al 2022 en un 20 %, la de todas las comunidades autónomas en un 33% y la del Estado el 38 %.
Los presupuestos generales han crecido desde el año 2014 un 56 %.
Sigamos con los enojosos números: el número de parados experimentó una reducción del 50 % entre los años 2014 y 2022. (pasó de 263.000 a 131.000). En España el paro se redujo en un 43 % en el mismo período.
El PIB per cápita creció un 24% entre los años 2014 y 2022, la misma proporción que en el conjunto de España.
Vayamos a uno de los sectores más polémicos: la sanidad. El gasto en sanidad por habitante/año ha crecido un 49 %, entre los años 2014 y 2022, hasta situarse en 1.742 euros, cifra similar a la media de España. En los años indicados, el personal sanitario por 1.000 habitantes ha crecido un 21 %, hasta situarse en 3,83 por cada 1.000 habitantes, la media nacional se sitúa en el 3,5 %.
Naturalmente, hay muchas cosas por hacer, estos son los logros.
En cuanto al BNG me limitaré a exponer sus más ambiciosos objetivos. Empecemos por la contumacia en la defensa del derecho de autodeterminación y en la consideración de Galicia como nación. Coherentemente, propone relaciones internacionales propias, presencia de Galicia en las instituciones internacionales y europeas y política exterior propia.
En el ámbito judicial, el Tribunal Constitucional dejará de ejercer funciones sobre Galicia, que dispondrá de poder judicial propio.
Las medidas económicas son claramente intervencionistas, citaré sólo la creación de una banca pública gallega, las medidas disuasorias para el traslado de empresas domiciliadas en Galicia y el reiterado eslogan de “que pague más quien más tiene”.
Reclaman capacidad para implantar una política fiscal propia, Seguridad Social y sistema de pensiones propios. Al referirse a las pensiones, se afirma que su sostenibilidad es una cuestión de voluntad política, no de viabilidad económica. Habría que preguntar quién hará frente al gasto en una Galicia envejecida-pensionista, con la tasa de natalidad más baja de España.
Sobre el uso de nuestra lengua, no hay sorpresas: deberá extenderse en todo momento, en todo lugar y en todas las instituciones.
Creo que con estas pinceladas hay elementos de juicio suficientes para reflexionar sobre esta opción.
La actitud del PSOE, que en las pasadas elecciones autonómicas fue superado por el BNG, es la crítica al PP: “Van a hacer en cuatro años lo que no han hecho en 15” y queremos “no perder más oportunidades para Galicia”.
El día 18 de febrero habrá que decidir entre propuestas utópicas no contrastadas desde la experiencia, los delirios nacionalistas del BNG y la realidad de los objetivos alcanzados por el PP; dicho de otra forma: entre la quimera y lo posible.
He intentado consultar el programa socialista en su página y no aparece -día 29 de enero, a las 12 h-; he llamado por teléfono a la sede y nadie pudo indicarme cómo consultarlo; tampoco he recibido la llamada telefónica prometida.
No parece que tengan entusiasmo por que los gallegos conozcamos de primera mano sus propuestas. @mundiario
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