Etimológicamente, la palabra “religión” –al menos según una de las interpretaciones existentes- se forma con el prefijo “re”, que indica intensidad, y el verbo latino “ligare”, que se traduce por vincular, unir, atar. Así pues, en un sentido estrictamente etimológico, religión significaría “acción de vincularse alguien fuertemente con algo o alguien”.

Es decir, “religare” supone un compromiso consciente, firme, estable, duradero, responsable, con un contenido de derechos y obligaciones. En consecuencia, la religiosidad entendida como derivada de “religare”, tiene aplicación a las relaciones del hombre con Dios, las sociales, personales, familiares, de amistad, trabajo, política, etc.

¿Qué nivel de salud tiene en la sociedad actual esta peculiar forma de entender la “religiosidad”, en los ámbitos indicados en el párrafo anterior? En general, los compromisos suelen tener cimientos endebles, que se tambalean ante las primeras dificultades; son contraídos, con frecuencia, de forma inconsciente, sin reflexionar seriamente sobre su contenido; es muy común que el compromiso se acepte sin propósito de duración y estabilidad e incluso durante su vigencia, solemos fijar más la atención en el contenido de los derechos que en el de las obligaciones. Finalmente, cuando damos por cancelado el compromiso, intentamos eludir las consecuencias, es decir, las responsabilidades derivadas del vínculo que en su día establecimos, con la esposa, la empresa, la institución, el club o el amigo.

Así sucede en la sociedad actual, como refleja perfectamente este pensamiento: “Se va constituyendo una dictadura del relativismo, que no reconoce nada como definitivo y deja sólo una medida última al propio yo y sus apetencias.” Es decir, la conciencia como juez máximo de los comportamientos individuales.

Esta frase, pronunciada por el Cardenal Ratzinger en la misa anterior al cónclave que lo elegiría Papa, tiene una vertiente humana y, naturalmente, religiosa en el sentido tradicional del término. Hoy, cuando se invoca la libertad individual y las derivadas de ella libertad de pensamiento y expresión, se defienden, en muchas ocasiones, actitudes y comportamientos reprobables legal y moralmente y contrarios al derecho natural. En suma, queremos hacer prevalecer el deseo individual sobre las reglas necesarias que hacen posible la convivencia social. @mundiario

Alfonso García

Dedico mi tiempo libre a escribir artículos de opinión en El Correo Gallego y en Mundiario.com, y monografías sobre temas diversos. Actualmente corrijo y amplío mi último libro, “Algunos abuelos de la democracia (Iglesias, Zapatero, Rajoy, Sánchez, Rivera)”, con semblanzas de “otros abuelos” de políticos de hoy, como los de Aznar, Casado, Maíllo y Lastra, entre otros. También actualizo museofinanciero.com, un museo virtual de documentos antiguos relacionados con el sistema financiero español y el ferrocarril. Gracias por tu visita.
Alfonso García López (Madrid, 1942), jubilado como notario y escritor.