Seguimos observando disfunciones, contradicciones, dejación de funciones y consecuencias preocupantes, en el funcionamiento de los sistemas educativo y sanitario.

Hace unos días exponía mi opinión sobre la conveniencia, como cuestión de supervivencia, de poner orden en el régimen autonómico de transferencias –sobre todo en cuestiones como sanidad, educación y financiación-, a la vista de los deplorables resultados que se siguen produciendo y de lo que, previsiblemente, sucederá en los próximos meses.

Aparentemente, Vox, partido al que muchos califican de anticonstitucional por defender la conveniencia de suprimir el régimen de autonomías –otros, sin embargo, defienden la República y la independencia de una parte de España y se los considera perfectamente constitucionalistas-, perdió toda credibilidad, a partir de las últimas elecciones andaluzas.

En las conversaciones mantenidas con PP y Ciudadanos para la investidura, exigió devolver al Estado las competencias de Sanidad y Educación, a cambio del apoyo al candidato del PP para la presidencia de la Junta de Andalucía. Armó ruido, lo rentabilizó, puso a ambos partidos contra las cuerdas y acabó claudicando,

El PP, en la misma campaña de las elecciones autonómicas de Andalucía, que había anunciado su iniciativa de devolver las competencias de educación al Estado, pudo haberse unido al planteamiento de Vox, pero se ve que no quería mancharse. ¿Dónde quedó la iniciativa una vez que consiguieron el gobierno?: en un baúl del desván y otra promesa electoral incumplida.

¿Qué se puede esperar de los demás partidos?: nada, porque todos están de acuerdo en mantener el tinglado actual, en el que muchos miles de afiliados hoy, o mañana, tienen asegurada la silla en los reinos taifas; por eso no moverán un dedo para cambiar el sistema.

Algo parecido sucede en relación con los múltiples “parlamentos” existentes, aforamientos, diputaciones, defensores del pueblo –digo yo, ¿de qué pueblo?-, televisiones autonómicas, delegaciones del gobierno y subdelegaciones,…: de vez en cuando prometen cambios o supresiones y, pasado el primer ruido, todo queda en agua de borrajas.

Algo hay que hacer, porque el sistema funciona defectuosamente, como ha revelado la crisis actual: genera un crecimiento desmedido del déficit público y del endeudamiento, provoca desigualdades entre los españoles en función del lugar en el que viven, alienta el individualismo territorial, complica el funcionamiento de un mercado único, produce desconcierto en quienes vienen a España con el propósito de invertir y, sobre todo, impide la articulación de medidas homogéneas ante una situación de emergencia.

Sólo la clase política no ve –mejor dicho, no quiere ver- el problema, tampoco habla de él y no escucha el clamor de los ciudadanos, porque ha adoptado la actitud de los tres monos sabios.

Negar que la transferencia de determinadas competencias a las CC.AA. ha mejorado la prestación de ciertos servicios, no sería ni justo ni exacto; pero desde el mes de marzo, la tozuda evidencia del desorden y el descontrol aconsejan hacer algo urgentemente, llámese armonización, coordinación o corresponsabilidad. @mundiario

Alfonso García

Dedico mi tiempo libre a escribir artículos de opinión en El Correo Gallego y en Mundiario.com, y monografías sobre temas diversos. Actualmente corrijo y amplío mi último libro, “Algunos abuelos de la democracia (Iglesias, Zapatero, Rajoy, Sánchez, Rivera)”, con semblanzas de “otros abuelos” de políticos de hoy, como los de Aznar, Casado, Maíllo y Lastra, entre otros. También actualizo museofinanciero.com, un museo virtual de documentos antiguos relacionados con el sistema financiero español y el ferrocarril. Gracias por tu visita.
Alfonso García López (Madrid, 1942), jubilado como notario y escritor.