¿Qué es el futuro? Según el DRAE, “lo que está por venir y ha de suceder con el tiempo.”

El futuro inspira sentimientos, opiniones y actitudes muy diferentes, según las personas y las circunstancias: dudas, incertidumbre, temor, ilusión, desconcierto, reflexión, previsión… y hasta desdén, porque son muchos los que rehúyen pensar en mañana y viven al día.

Este sentimiento de desprecio al futuro, especialmente frecuente después de una catástrofe natural o de una guerra, invita a vivir el presente intensamente, como si el mundo fuera a finalizar al día siguiente.

Pese a ser un ejemplo extremo el del párrafo anterior, la conocida expresión de J.M. Keynes “A largo plazo todos estaremos muertos”, sintetiza hoy la actitud de los seres humanos ante el tiempo que ha de venir. La consigna inmediata disfrutar hoy porque el futuro es incierto, desconocemos el cómo y, sobre todo, el cuándo.

Así las cosas, cada cual desea el reconocimiento inmediato de sus méritos y no medallas a título póstumo; consume hoy porque el mañana puede no existir; disfruta del bienestar del momento, disfruta hoy, más aún, disfruta ya. Nadie quiere esperar a Godot sentado pacientemente, entre otras cosas, porque una gran parte de la humanidad tiene serias dudas sobre Godot: ¿existe? ¿Cómo es? ¿Cuándo vendrá? ¿Qué traerá?

Hoy predomina la actitud cigarra sobre la actitud de la hormiga, e, incluso, quien piensa en el futuro -esfuerzo y austeridad hoy para sentar unas bases firmes para mañana-, es considerado poco pragmático, y se le desdeña.

Pero esta actitud, que puede ser disculpable en la juventud, en los inconscientes y en quienes han vivido recientemente una catástrofe, es irresponsable en la clase política.

La Unión Europea cierra los ojos ante el panorama mundial y parece desentenderse del futuro: cada día son más numerosos sus miembros disidentes y los partidos políticos que defienden la salida de sus países de la UE. Los desmembramientos de territorios sucedidos en los últimos años, los conatos actuales y los nacionalismos a ultranza, amplifican y ratifican la cortedad de miras.

Si observamos un mapa del mundo, percibimos inmediatamente la pequeñez de Europa, que se confirma con datos numéricos objetivos en relación con la población -clara tendencia al decrecimiento-; la fuerte inmigración procedente de países musulmanes; la tendencia al distanciamiento de EE.UU. y China, y su menor peso en el mundo, comparando datos de PIB:

– Año 2006, el PIB de Europa era el 80 % del de EE. UU., el 300 % del de China y el 17 % del total mundial.

– Año 2021, el PIB de Europa pasó a ser el 62 % del de EE.UU, el 81 % del de China y el 15 % del total mundial.

Estos datos ponen de manifiesto que la significación de Europa frente a los otros dos grandes bloques económico-políticos, China y EE.UU, y al mundo, es claramente decreciente. Si la UE no es capaz de concitar entre sus miembros un mayor nivel de adhesión y cesión de soberanía para unificar criterios económicos, fiscales, políticos y sociales, a mediados del siglo XXI Europa será un mero comparsa de ambos.

Las grandes potencias mundiales entendieron muy bien hace tiempo la máxima atribuida a Julio César, que utilizó tan pragmáticamente en sus expediciones bélicas, y siguió Napoleón para crear su imperio: “Divide y vencerás». @mundiario
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Alfonso García

Dedico mi tiempo libre a escribir artículos de opinión en El Correo Gallego y en Mundiario.com, y monografías sobre temas diversos. Actualmente corrijo y amplío mi último libro, “Algunos abuelos de la democracia (Iglesias, Zapatero, Rajoy, Sánchez, Rivera)”, con semblanzas de “otros abuelos” de políticos de hoy, como los de Aznar, Casado, Maíllo y Lastra, entre otros. También actualizo museofinanciero.com, un museo virtual de documentos antiguos relacionados con el sistema financiero español y el ferrocarril. Gracias por tu visita.
Alfonso García López (Madrid, 1942), jubilado como notario y escritor.