Conversando con un arijano tuve ocasión de saber que a la ruta norte del Camino de Santiago francés, burgaleses y palentinos le añaden el calificativo de “olvidado”, pues consideran que la promoción oficial se centra en el camino francés tradicional. No le faltaba razón, porque la belleza de esta zona merece una mayor difusión pública; por otra parte, aunque me repita, cada uno encuentra su camino; y éste, al que nosotros llamamos francés-lebaniego, es el nuestro, el elegido para reflexionar con cierta paz, al margen de la vida de cada día, merece la pena.

El día amanece agradable, aunque sabemos que hay lluvias previstas para el mediodía en la ruta que vamos a emprender. Nos despedimos de Arija con una foto ante la playa del pantano; por cierto, de una fínísima y blanquísima arena.

Los bicigrinos renuncian a la visita al Monasterio de Nuestra Señora de Montesclaros, porque la subida, de unos ocho km., está fuera de su ruta de hoy y, por añadidura, tiene un gran desnivel.

Se trata de otro lugar recóndito, fuera de cualquier ruta habitual, en un alto, con agua cercana y un silencio que sobrecoge. Soy el único visitante y el encargado me atiende con una exquisita amabilidad. La Iglesia tiene su origen en el siglo XII y la imagen de la Virgen que aparece en el altar mayor es del siglo XIV. Pero mi guía me hace descender por una escalera de madera, calculo que como a unos quince metros de profundidad. En este nivel más bajo se encuentra la imagen de la Virgen de Montesclaros, dentro de una cueva, para ponerla a salvo de los muchos robos de objetos sagrados, que fue habitada por ermitaños a partir de los siglos II-III, y, supuestamente, también pudo ser lugar de reunión secreta y refugio de los soldados romanos convertidos al cristianismo, acampados en la próxima Julióbriga, de la que más adelante hablaré. Al lado del altar mencionado hay un arco gótico, que nos sitúa ya en otra época y frente a él encontramos dos sarcófagos, cuyas inscripciones nos revelan que se trata de dos caballeros de la Orden de Santiago, depositados allí a finales del siglo XIV.

Abandono este idílico lugar, con prudencia, porque la bajada es peligrosa, pero el viaje al pasado, nada menos que a los siglos II-III, ha merecido la pena. Y continúo hasta la cercana localidad de Retortillos, porque este asentamiento romano enlaza con la historia del Monasterio de Montesclaros. Allí estuvieron acampadas las legiones romanas que combatieron con los cántabros durante la conquista de Hispania; su origen es de los siglos I-II y fue abandonada en el siglo III. Se conservan restos del foro, templo, establecimientos artesanales y la planta de la casa de un alto cargo romano, de una superficie aproximada de 1.000 metros cuadrados. Desde Julióbriga se contempla en toda su magnitud el valle de Reinosa y una gran parte del embalse del Ebro.

Junto al foro y sobre restos de una parte de él, y de un cementerio, fue construida en el siglo XII la iglesia de Santa María de Retortillo.

Muy próxima se encuentra la iglesia de San Cipriano de Bolmir. Harían falta muchos días para contemplar el románico de esta zona; yo me he limitado a visitar lo más próximo a la ruta diseñada.

En Reinosa entro un momento en la Iglesia de San Sebastián, levantada en el siglo XV sobre una capilla románica. Merecen destacarse el altar mayor, de estilo barroco y el órgano.

Finalizo las visitas del día en Fontibre, a 5 km. de Reinosa, para contemplar los abundantes borbotones de agua que surgen en una hondonada y constituyen las fuentes del río Ebro. Un lugareño me hace ver que aunque el Ebro lleva la fama, quien le da el agua es el río Hijar, que nace un poco más arriba, y es afluente suyo en el que vierte sus aguas poco antes del embalse. Algo similar a lo que parece ocurrir con los ríos Miño y Sil gallegos, si nos atenemos al popular dicho: el Sil lleva el agua y el Miño tiene la fama.

Termina la jornada, no sin antes dar asistencia a los bicigrinos en dos ocasiones, dada la intensa lluvia, que aparece puntualmente según las predicciones, al mediar el día.

Mañana habrá más, es el último día de peregrinaje: iremos desde Cervera de Pisuerga, camino de Potes por el puerto de Piedrasluengas, para alcanzar Potes y el Monasterio de Santo Toribio, custodio del Lignum Crucis.

Resumen de hoy: 85 km., 85 % por carretera y 15 % por caminos, dada la lluvia, metros de desnivel acumulado Finalizo las visitas del día en Fontibre, a 5 km. de Reinosa, para contemplar los abundantes borbotones de agua que surgen en una hondonada y constituyen las fuentes del río Ebro. Un lugareño me hace ver que aunque el Ebro lleva la fama, quien le da el agua es el río Hijar, que nace un poco más arriba, y es afluente suyo en el que vierte sus aguas poco antes del embalse. Algo similar a lo que parece ocurrir con los ríos Miño y Sil gallegos, si nos atenemos al popular dicho: el Sil lleva el agua y el Miño tiene la fama.

Termina la jornada, no sin antes dar asistencia a los bicigrinos en dos ocasiones, dada la intensa lluvia, que aparece puntualmente según las predicciones, al mediar el día.

Mañana habrá más, es el último día de peregrinaje: iremos desde Cervera de Pisuerga, camino de Potes por el puerto de Piedrasluengas, para alcanzar Potes y el Monasterio de Santo Toribio, custodio del Lignum Crucis.

Resumen de hoy: 85 km., 85 % por carretera y 15 % por caminos, dada la lluvia, metros de desnivel acumulado superados 1.134 y siete horas pedaleando.@mundiario

Alfonso García

Dedico mi tiempo libre a escribir artículos de opinión en El Correo Gallego y en Mundiario.com, y monografías sobre temas diversos. Actualmente corrijo y amplío mi último libro, “Algunos abuelos de la democracia (Iglesias, Zapatero, Rajoy, Sánchez, Rivera)”, con semblanzas de “otros abuelos” de políticos de hoy, como los de Aznar, Casado, Maíllo y Lastra, entre otros. También actualizo museofinanciero.com, un museo virtual de documentos antiguos relacionados con el sistema financiero español y el ferrocarril. Gracias por tu visita.
Alfonso García López (Madrid, 1942), jubilado como notario y escritor.