
Pedro Pacheco, alcalde de Jerez en los años ochenta, se hizo popular, entre otras cosas, por afirmar que “la justicia es un cachondeo”, tras conocer la sentencia de la Audiencia Territorial de Sevilla que anulaba una orden municipal.
No le salió gratis al locuaz y polémico alcalde su opinión sobre la justicia, pues fue condenado en el año 1985 por la misma Audiencia Territorial a dos meses de arresto mayor, multa de dieciséis días e inhabilitación absoluta de seis años y un día. En 1988 el Tribunal Supremo le absolvió.
Esto sucedía con la democracia ya asentada, Felipe González en el Gobierno, el PSOE en plenitud y el sistema judicial hoy vigente. Hoy, el Presidente del Gobierno, sus ministros, numerosos políticos, diputados, senadores y el común de los mortales usan con ligereza la palabra prevaricación y los insultos contras jueces con nombres y apellidos.
Y vemos que no pasa nada ante expresiones: “se sacan delitos de los bolsillos”, “se pasea por las televisiones europeas prevaricando”, “el franquismo envuelve a la judicatura”, “indecentes”, “se saltaron a la torera la ley de amnistía” (Miriam Nogueras).
Teresa Ribera acusó al juez García-Castellón de adoptar decisiones judiciales según la agenda política: «Tiene una implicación política importante y suele salir a colación en momentos sensibles». No se retractó de lo dicho y contó con el respaldo expreso de Oscar Puente y Yolanda Díaz.
Alegría, en rueda de prensa como portavoz del Gobierno, retó a un juez del Tribunal Supremo a probar que el gabinete del presidente del Gobierno participó en la comisión de un delito en el caso del Fiscal General.
El matrimonio Sánchez denunció al juez Peinado por prevaricación, denuncia que fue desestimada. Dado que Sánchez dijo “creo en la justicia de mi país”, él mismo y sus corifeos deberían cesar en su acoso a los jueces.
Todos recordamos los improperios de Irene Montero y compañía con motivo de la aplicación de la llamada ley del sólo sí es sí: «el machismo puede hacer que haya jueces que la apliquen erróneamente o de forma defectuosa».
El ínclito Patxi López aseguró que los magistrados realizaban “acciones raras” e “investigaciones prospectivas que están prohibidas”.
Sánchez acusó al PP de “conocer las decisiones judiciales antes que nadie y de jugar con las cartas marcadas”.
Martina Velarde, de Podemos, habló de “ofensiva judicial salvaje contra la amnistía” y afirmó que «Nos jugamos si en la democracia española mandan los representantes de la soberanía popular o la derecha judicial…”
A la lista hay que añadir a gente de ERC, PNV, BILDU, BNG,…
Una cosa es la libertad de expresión y la crítica legítima, y otra la falta de respeto y las presiones inadecuadas al poder judicial.
Olvidan que, con frecuencia, los escándalos empiezan con “recortes de prensa”, rumores o comentarios, que luego desembocan en procedimientos judiciales. El Mundo descubrió el caso de los ERE en diciembre del año 2010; varios medios de comunicación destaparon en el año 1991 los casos Filesa, Malesa y Timex Export; el caso Gürtell lo inició un diputado del PSV el año 2009 y posteriormente lo denunció un concejal del PP del ayuntamiento de Majadahonda.
Más “recortes de prensa” en los casos Nóos, familia Pujol, Bárcenas, GAL, Caja Madrid, Blesa, Rato, Ignacio González, Palma Arena y Jaume Matas, …
Lo de Pacheco fue una anécdota, una broma, comparado con la ferocidad desatada hoy, de forma “permanente y generalizada” -palabras de la presidenta del CGPJ-, contra el sistema judicial.
Si hay indicios de prevaricación, denúnciese y acéptese la resolución -mal ejemplo el de los Sánchez, que denuncian, se desestima y vuelta la burra al trigo.
Largar y largar contra todo y contra todos es, cuando menos, irresponsable. @mundiario
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Si hace unos pocos años, nos hubieran contado todo lo que acertadamente relatas, aseguraríamos que eso pasaba en algún país sudamericano. Pero lamentablemente son noticias habituales. Qué esté procesada la mujer del presidente, su hermano, su hombre de confianza durante años y hasta el Fiscal General del Estado y que lo asumamos con normalidad dice mucho de la salud democrática de este país antes llamado España, ahora no sé.
Enhorabuena Alfonso por señalar una de las varas circunstancias que hacen agitar las conciencias. Ahora entiendo por qué me estoy interesando por el fútbol. Debe de ser una terapia autoinducida.