Dos palabras que utilizamos como sinónimos, aunque sus significados son esencialmente diferentes. Oír, percibir con el oído los sonidos; escuchar, prestar atención a lo que se oye. Así de claro y así de sencillo. Oír, con las excepciones propias de los trastornos auditivos, oímos todos; escuchar, sólo lo hacemos algunas veces, porque padecemos sordera de corazón.

Con las palabras mirar y ver ocurre algo parecido, porque la ceguera del alma está muy extendida y miramos pero no vemos, es decir, no percibimos lo que hay detrás de las imágenes, los paisajes, las personas.

Un estudio de Caritas elaborado hace unos años ponía de manifiesto que la primera necesidad de los excluidos sociales era la de ser escuchados, antes, incluso, que la vivienda o el alimento. Tengo la intuición de que ser escuchado y visto como un ser humano es, en la sociedad actual, una necesidad muy extendida.

No es fácil encontrar a alguien dispuesto a escuchar con empatía los problemas, las incertidumbres, las dudas, el desasosiego, las preocupaciones, los miedos y las inseguridades de los otros. ¿Por qué, si el hombre sigue siendo un ser social, que se caracteriza por la necesidad de relacionarse con los demás? Hay múltiples razones que lo explican, si nos escuchamos atentamente a nosotros mismos: prisas, egoísmo, estrépito permanente a nuestro alrededor, predominio de la imagen sobre la palabra y otros muchos estímulos que nos apartan de lo principal.

Y la paradoja es que esta incapacidad para escuchar se produce en una sociedad globalizada, con infinidad de herramientas que facilitan la aproximación entre los seres humanos; pero esas conexiones cada día son más frías, superficiales, banales, de aquí te pillo y aquí te mato; en una palabra, son apariencia, son de usar y tirar. Oímos, pero no escuchamos.

Esta incapacidad para escuchar a los demás, llega a nosotros mismos: carecemos de tiempo para la introspección o, lo que es peor, encontramos siempre una coartada para no hacerlo, porque vivimos aturdidos por lo que nos rodea. @mundiario

Alfonso García

Dedico mi tiempo libre a escribir artículos de opinión en El Correo Gallego y en Mundiario.com, y monografías sobre temas diversos. Actualmente corrijo y amplío mi último libro, “Algunos abuelos de la democracia (Iglesias, Zapatero, Rajoy, Sánchez, Rivera)”, con semblanzas de “otros abuelos” de políticos de hoy, como los de Aznar, Casado, Maíllo y Lastra, entre otros. También actualizo museofinanciero.com, un museo virtual de documentos antiguos relacionados con el sistema financiero español y el ferrocarril. Gracias por tu visita.
Alfonso García López (Madrid, 1942), jubilado como notario y escritor.