El día que Sánchez anunció su retiro espiritual para meditar sobre su futuro político ―ya conocía que su esposa estaba citada para declarar ante el juez―, declaró solemnemente en el Congreso de los Diputados: «En un día como hoy, sigo creyendo en la justicia de mi país».
Expresión que le honraría…, si no hubiera sido contradicha, anterior y posteriormente, por él y por el coro que proclama, “como en Fuenteovejuna, todos a una”, las consignas semanales.
En vez de esperar que la justicia declare inocente o culpable a su esposa, niega la existencia de evidencias e insulta a ciudadanos, jueces e instituciones cuyas demandas han sido admitidas a trámite.
Como líder feminista defensor de la igualdad, debería haber animado a su esposa a defenderse, explicarse, negar o aclarar las cosas que de ella se vienen diciendo. En vez de recurrir a declaraciones públicas y ñoñas de amor, llevarla a los mítines electorales agarrada a las perneras de sus pantalones, manos entrelazadas como adolescentes, para escuchar las aclamaciones ¡Begoña, Begoña! Por su gestualidad, suponemos que sabe hablar, pero no le hemos oído decir ni pío.
Crónica rosa protagonizada por quienes defienden que la mujer tiene recursos para defenderse por sí misma, sin la asistencia del varón. Coherencia.
FALTA DE RESPETO A LA INDEPENDENCIA DE PODERES
Aunque Sánchez y Guerra no comparten complicidad, sí están de acuerdo, desde luego, en la afirmación realizada en el año 1985 por el segundo: “Montesquieu ha muerto”. Recordemos que, aprovechando la mayoría absoluta del PSOE, modificaron la Ley del Poder Judicial y se cargaron su independencia, tal y como había venido funcionando desde la aprobación de la Constitución. ¿Por qué no lo recuerda con más frecuencia el Partido Popular?
Pero muchos de los que usan el lenguaje grandilocuente de respeto a la justicia y a la independencia judicial, no tienen reparo en ponerlas de vuelta y media cuando sus decisiones no les gustan, con expresiones como ultraderecha, prevaricadores, corruptos, incompetentes o que no aplican la ley. Y lo hacen en cualquier foro, incluso en el Congreso de los Diputados, lo que pone de manifiesto, de la forma más escandalosa posible, su falta de respeto a la independencia de los tres poderes políticos.
Algunos de esos mismos jueces contra los que hoy embisten, condenaron a militantes del Partido Popular a penas de cárcel. En otros casos, las denuncias permanentes en la prensa escrita contra otros, se convirtieron en resoluciones absolutorias, como acabamos de comprobar en el caso de Camps, tras 15 años de infamias, primeras páginas y sufrimiento; las investigaciones sobreseídas sobre la familia de Ayuso y el triste caso de Rita Barberá, son otros lamentables ejemplos.
EL NIVEL DE TOLERANCIA
Hay algo más en estos tres meses de campaña electoral, excesos, despropósitos, mentiras, tergiversaciones, verdades a medias, insistencia en cuestiones que el adversario no ha dicho pero que convendría que hubiera dicho, negaciones flagrantes…
Termino con dos hechos que son algo más que una anécdota. En la feria taurina de San Isidro, con el torero perfilado ya para entrar a matar, en un momento cargado de dramatismo y con el silencio como protagonista, un energúmeno grita desde el tendido: “¡Imagina que es Pedro Sánchez!”
En la votación definitiva de la ley de amnistía, me parecieron patéticos los gritos de “traidor”, emitidos por diputados de Vox cada vez que un miembro del Gobierno de España votaba.
El nivel de tolerancia, civismo y preparación de los diputados y españoles del siglo XXI, parece que debería ser más elevado que el de hace 90 años. @mundiario
Link al artículo →