Fantástica mañana de sol pleno y ligera brisa, que invitan a iniciar el recorrido. A partir de hoy y hasta el domingo, nos acompañarán seis bicigrinos nuevos, amigos de Madrid, Zaragoza y Logroño, completando un grupo de diecisiete; la logística y el ritmo, lógicamente, se complican, pero la fraternidad soluciona una gran parte de los posibles problemas.

Abandonamos la playa de Muros pero seguimos viendo a lo largo del recorrido hermosos arenales, como los de Louro, Area maior, Lariño, Carnota, Espiñeiro y Langosteira, que invitan a probar sus aguas, aún frías.

La cascada de Ézaro en la desembocadura del río Xallas nos muestra su larga melena de agua antes de caer en el mar. El acceso es cómodo y funcional, al tiempo que permite llegar hasta el mismo pie del salto e, incluso, sentarse en una grada para observar la bruma que genera, el sonido permanente del agua en su caída y la brillantez del granito pulido por el agua a lo largo del tiempo. La presencia de visitantes y peregrinos de diferentes nacionalidades, es constante.

Y llegamos al perseguido faro del “finis terrae”, lugar en el que algunos peregrinos, desde tiempos remotos, acostumbraban quemar las prendas que llevaban, o arrojarlas al mar, como gesto simbólico del hombre nuevo surgido tras la soledad del Camino, el esfuerzo y la meditación. La explanada previa al faro está llena de autobuses, coches y peregrinos que se dirigen hacia el acantilado para dejar constancia de sus sensaciones con un gesto de brazos abiertos.

Observamos el vuelo de numerosas gaviotas, alguna de las cuales tal vez sea la reencarnación de un marinero arrebatado por las aguas siempre temibles de la Costa de la Muerte, según las leyendas populares que relatan los de más edad en los cortos días de invierno, cuando la tertulia en torno al fuego sustituye las faenas de pesca, porque la mar así lo impone.

La parada siguiente nos lleva al faro de Touriñán; se ha levantado viento y las aguas se mecen, sin espuma pero con un vaivén lento y potente, que impone. Al pie del faro encontramos una placa que indica: este es el lugar más occidental de la península; por lo tanto, el que debería haberse considerado verdadero “finis terrae”. La casualidad nos permite subir a la terraza del pequeño faro y comprobar, en un día de relativa calma, el bramido del viento, que impone pese a la serenidad de la tarde.

El fin de la jornada se produce en Muxía, y su antesala es la hermosa playa de Lourido. A lo largo de los siglos fueron muchos los peregrinos que quisieron dirigirse a esta pequeña localidad para observar la llamada piedra de “abalar”, a la que una leyenda le atribuye la condición de haber sido la vela del barco que trajo a la Virgen María a este apartado lugar, cuando el Apóstol Santiago predicaba por estas tierras, para pedirle que regresara a Jerusalén.

Mañana será la quinta jornada, con final en Malpica de Bergantiños; pero en esta hermosa tarde de sol aún podremos disfrutar del atardecer con un sol limpio de nubes. @mundiario
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Alfonso García

Dedico mi tiempo libre a escribir artículos de opinión en El Correo Gallego y en Mundiario.com, y monografías sobre temas diversos. Actualmente corrijo y amplío mi último libro, “Algunos abuelos de la democracia (Iglesias, Zapatero, Rajoy, Sánchez, Rivera)”, con semblanzas de “otros abuelos” de políticos de hoy, como los de Aznar, Casado, Maíllo y Lastra, entre otros. También actualizo museofinanciero.com, un museo virtual de documentos antiguos relacionados con el sistema financiero español y el ferrocarril. Gracias por tu visita.
Alfonso García López (Madrid, 1942), jubilado como notario y escritor.