Siempre he creído que la “casa de la palabra” era la Real Academia Española, pero un político se refirió a los parlamentos con esta misma denominación.

En principio, parece pertinente, porque el Congreso de los Diputados, el Senado y otras cámaras representativas son instituciones concebidas para el encuentro, el diálogo, la concertación, intercambio de opiniones, acuerdos, transacciones, convenios,…, de quienes discrepan, incluso de quienes tienen opiniones aparentemente irreconciliables.

Esos debates, al menos en teoría y entre personas educadas, con talante constructivo, se desarrollan –por mejor decir, deberían desarrollarse- con el respeto debido a los interlocutores y a aquellos a los que se representa.

La sesión del Senado del pasado día 19 echó por tierra y embarró la digna definición de “casa de la palabra”.

Empecemos por el Gobierno, que, en pleno, hizo dejación de sus funciones al no asistir; continuemos con los presidentes de las CC.AA. presididas por miembros del PSOE, que hicieron mutis por el foro, pero no como los buenos actores, que suelen hacerlo con dignidad y prestancia, sino de forma servil e indigna por aceptar las consignas de partido. Tampoco acudió, como es habitual, el presidente del País Vasco, porque ellos han resuelto una buena parte de sus problemas con el Concierto Vasco y lo demás ya se lo va aportando Bildu.

Curiosamente sí apareció el presidente de la Generalidad de Cataluña, en contra de su actitud habitual de desairar al Jefe del Estado no acudiendo a las consultas de investidura ni a otros actos que preside.

Y fue al grano directamente: amnistía, referéndum de independencia “como el de Escocia”, además de otras cuestiones de índole económica. Todo ello en 10 minutos, más o menos. Recogió su carpeta y se largó con paso firme, “por cuestiones de agenda”.

Las CC.AA. que estuvieron presididas por miembros del PP, representaban, “solamente”, al 70 % de la población española.

PSOE y Sumar alardean en los medios de comunicación de un talante dialogante, de transparencia, de prudencia,… y hurtan a los españoles un debate parlamentario sobre lo que está en juego en los acuerdos para investidura, sobre las coacciones de ERC y JUNTS, la opinión del Gobierno y lo que piensa el 70 % de los españoles que allí estaba representado.

PSOE, Sumar y Podemos no respetan a los representantes del soberano pueblo español, no respetan a los partidos políticos: sencillamente, los desprecian. Y la actitud del señor Aragonés es la de una persona que desconoce lo que antes se llamaba buenos modales, el respeto y, sobre todo, la Constitución.

Su comportamiento y el del señor Puigdemont son equiparables al de los niños caprichosos que llevan el balón al colegio, pero sólo se “ajuntan” con los demás si les dejan ser capitán del equipo y entrenador.

La Constitución es susceptible de reforma: conciten las mayorías necesarias para conseguirlo y tendremos que respetar el resultado. Disfrutan de una ley electoral que rompe la igualdad entre los españoles y quieren usarla para alcanzar un cambio de régimen por la puerta trasera. @mundiario
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Alfonso García

Dedico mi tiempo libre a escribir artículos de opinión en El Correo Gallego y en Mundiario.com, y monografías sobre temas diversos. Actualmente corrijo y amplío mi último libro, “Algunos abuelos de la democracia (Iglesias, Zapatero, Rajoy, Sánchez, Rivera)”, con semblanzas de “otros abuelos” de políticos de hoy, como los de Aznar, Casado, Maíllo y Lastra, entre otros. También actualizo museofinanciero.com, un museo virtual de documentos antiguos relacionados con el sistema financiero español y el ferrocarril. Gracias por tu visita.
Alfonso García López (Madrid, 1942), jubilado como notario y escritor.