En los últimos días, los expertos que ilustran al Gobierno se esfuerzan en convencernos de que España ocupa uno de los primeros lugares en cuanto a la eficacia de su lucha contra la pandemia. Pero la realidad es tozuda y se impone con datos incontrovertibles.

La información que sigue, conocida de todos, pero que conviene recordar, pone de manifiesto el elevado grado de imprevisión, negligencia, imprudencia, ineficacia y dejación de funciones en que ha incurrido el Gobierno en los cuatro últimos meses.

La imprevisión negligente se inicia en los últimos días del mes de enero, cuando el ministro Pedro Duque se reúne con expertos internacionales en el coronavirus para conocer de primera mano la gravedad de la situación y las posibles necesidades de aprovisionamiento. Nada se hizo en ese momento para abastecernos del material que permitiera hacer frente a la pandemia que se estaba viviendo ya en otros países.

Su imprudencia queda patente en la negativa a cancelar los actos multitudinarios celebrados en la última semana del mes de febrero y la primera de marzo, cruciales en el desarrollo posterior de la enfermedad: ARCO, fiestas de carnaval, competiciones deportivas, mitin de Vox, y las concentraciones del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, que reunieron en toda España a más de 250.000 personas. Estos actos se celebraron, pese a que a lo largo del mes de febrero ya se había anunciado la cancelación de importantes eventos nacionales e internaciones, públicos y privados.

La ineficacia de la gestión es una consecuencia de los datos anteriores y se expresa en unos sencillos índices. Ocupamos el primer lugar en cuanto a proporción de muertos por millón de habitantes, casi 500 personas, cifra que podría aumentar considerablemente cuando se conozca el número de actas de enterramiento autorizadas entre enero y abril de este año y del pasado; en la de personal sanitario contaminado respecto a la cifra total de contaminados, en torno al 20 %, y en la de contaminados por millón de habitantes, en torno a 4.400.

La falta de previsión y la imprudencia tienen un segundo efecto concreto, que confirma la relación causa-efecto entre aquellas y los siguientes resultados. Dos semanas después de las concentraciones imprudentemente autorizadas, es decir, el 23 de marzo, el número oficial de muertes era de 2.355, que, comparadas con las 10 del día 7 del mismo mes, constituyen una lamentable prueba empírica de las consecuencias de una actuación ineficaz, negligente e imprudente.

Y lo más grave es que la negativa de los partidos del Gobierno a cancelar algunos de los actos multitudinarios del 8 de marzo y días anteriores, estuvo basada en el interés partidista de difundir determinadas consignas políticas, y no en el interés común, el bienestar que debe procurar cualquier Gobierno a sus ciudadanos. Dejación de funciones se llama esta actitud.

Naturalmente, el daño principal es el de pérdidas de vidas; pero a ellas hay que añadir el importante deterioro del crédito de España a nivel internacional, que ya se está manifestando en la actitud de la UE ante las ayudas que demanda el Gobierno de España.

El Gobierno hace la petición como la cigarra de la fábula de Samaniego: ayudas a fondo perdido y deuda mutualizada. Los países del norte y centro de Europa adoptan una postura -unos la calificarán de insolidaria y otros de pragmática en defensa de sus propios intereses- contraria a pagar los vidrios rotos de la mala gestión de algunos de sus socios.

Una vez más, las hormigas se resisten a atender las demandas de las cigarras; la situación tiene precedentes en la crisis financiera de 2008 y en el control de los movimientos migratorios hacia Europa.

Cuando se pide cooperación hay que hacerlo sin arrogancia y con el aval de la eficacia en la gestión. Y este principio es válido tanto para la petición de ayudas a la UE, como a la oposición, a la que se convoca para consensuar un pacto que facilite la salida de la situación económica en que nos encontramos, a través de los medios de comunicación, y se la desprecia en el Congreso de los Diputados. @mundiario

Alfonso García

Dedico mi tiempo libre a escribir artículos de opinión en El Correo Gallego y en Mundiario.com, y monografías sobre temas diversos. Actualmente corrijo y amplío mi último libro, “Algunos abuelos de la democracia (Iglesias, Zapatero, Rajoy, Sánchez, Rivera)”, con semblanzas de “otros abuelos” de políticos de hoy, como los de Aznar, Casado, Maíllo y Lastra, entre otros. También actualizo museofinanciero.com, un museo virtual de documentos antiguos relacionados con el sistema financiero español y el ferrocarril. Gracias por tu visita.
Alfonso García López (Madrid, 1942), jubilado como notario y escritor.