La rutina de cada día nos hace considerar como normales ciertos hechos y situaciones, cuya desaparición no podemos concebir.

La consecuencia de esta actitud, tan frecuente, es que no solemos valorar lo que consideramos usual. Solamente cuando intuimos el riesgo de perder algo, sentimos zozobra.

El confinamiento durante la pandemia ha sido un buen ejemplo, en ámbitos como la sanidad y el abastecimiento de alimentos -con todas las actividades complementarias que lo rodean-, entre otros. Los supermercados abrían como siempre y podíamos seguir eligiendo productos, calidades y precios.

Y como primer eslabón de la cadena de abastecimiento se encuentran los sectores agrícola, ganadero y pesquero, de los que los urbanitas sabemos tan poco, pese a que quienes en ellos trabajan ejercen una profesión que es un servicio público.

Pescadores, labradores y ganaderos viven mirando al mar y al cielo, para detectar temporales o la llegada de nubes cuajadas de pedrisco que darán al traste con la cosecha ya cercana; en otras ocasiones ansiarán la llegada de nubes con promesa del agua que fecunde las semillas, o la visita de cigüeñas y golondrinas, anunciadoras de tiempos propicios para la floración y la cosecha.

Añadamos el peligro de destrozos de cosechas por jabalíes y cérvidos, los incendios, la desertización de los campos y la “ayuda” de movimientos políticos que, pretenden proteger la naturaleza provocando daño en la agricultura, la ganadería, la pesca y la caza. Los agricultores son protectores del medio ambiente y creadores de paisaje.

Con frecuencia viven aislados de la sociedad a la que abastecen; los precios de sus productos están sometidos al poder de los intermediarios y a las amenazas de ciertos políticos; los costes de producción -piensos, fertilizantes, semillas, energía y salario mínimo, sobre todo- están provocando que numerosas explotaciones agrarias y ganaderas se vean obligadas a entregar sus campos a las placas solares, los molinos eléctricos, o sencillamente, a abandonarlos.

A pesar de todo, el campo español sigue siendo la huerta de Europa, porque con el esfuerzo de los últimos 50 años han conseguido una profunda transformación de la actividad mediante la inversión en tecnología e investigación, mejoras en los sistemas de riego, promoción del turismo rural, comercialización directa de ciertos productos, desarrollo y difusión de la agricultura ecológica, etc.

Mención especial merece la mejora de la formación profesional de agricultores y ganaderos, que ha sido fundamental en la evolución productiva del sector y en la dignificación de su trabajo, a través de centros públicos y privados. Como ejemplo de los últimos, citaré, porque conozco su funcionamiento, las Escuelas Familiares Agrarias (EFA), cuyos estudiantes hacen prácticas en régimen de intercambio, con otras similares de Francia, Irlanda e Italia.

El resultado de este enorme esfuerzo se aprecia, según datos de 2021, en el aumento de la producción del sector primario, hasta alcanzar 99 mil millones de euros; mejora de la productividad; importancia del sector exportador agrícola y ganadero, más de 60.000 millones; empleo directo a más de 1.200.000 trabajadores.

Los resultados otorgan autoridad a sus reivindicaciones, que deben ser escuchadas, para que la agricultura, la ganadería y la pesca españolas continúen aumentando su producción.

Este es mi modesto homenaje a los trabajadores del sector primario, con el deseo de que la sociedad española valore la importancia y los desvelos de agricultores, ganaderos y pescadores españoles. @mundiario
Link al artículo →

Alfonso García

Dedico mi tiempo libre a escribir artículos de opinión en El Correo Gallego y en Mundiario.com, y monografías sobre temas diversos. Actualmente corrijo y amplío mi último libro, “Algunos abuelos de la democracia (Iglesias, Zapatero, Rajoy, Sánchez, Rivera)”, con semblanzas de “otros abuelos” de políticos de hoy, como los de Aznar, Casado, Maíllo y Lastra, entre otros. También actualizo museofinanciero.com, un museo virtual de documentos antiguos relacionados con el sistema financiero español y el ferrocarril. Gracias por tu visita.
Alfonso García López (Madrid, 1942), jubilado como notario y escritor.