“Adorar al santo por la peana”, viejo y sabio refrán que constata un hecho frecuente: valoramos lo accesorio y no reparamos en lo sustancial.
La peana es la apariencia, el barniz que rodea al personaje que ponemos encima; lo sustancial debería ser la consistencia del “santo”.
En el caso de políticos de pedestal, éste suele estar impregnado de verborrea dialéctica, apariencia física, discurso apresurado y vacuo, frases sin terminar, lenguaje con apariencia de sabiduría, gestualidad ampulosa, frases hechas, etc. De manera que, al terminar, uno se pregunta: ¿qué ha dicho? También hay otra opción, tal vez la más habitual, no ocuparse del contenido y valorar sólo la peana.
Yolanda Díaz es, para mí, prototipo de lo dicho. Sin inquina personal, solamente con el deseo de poner un poco de humor, porque lo que está sucediendo en España es muy grave.
En su época de concejala, antes del llamativo cambio de “look” y de su gestualidad teatral, afirmaba que “El comunismo es la libertad y la igualdad” y su modelo de líder era Chávez: “Digno libertador que ha retomado la unidad de los pueblos de América “.
Su lenguaje inclusivo resulta ridículo cuando lo practica, porque, además, lo olvida con frecuencia: “Autoridades, autoridadas; “tantas y tantos personas”; “mejores y mejoras”; “los más débiles y las más débilas”…
Son muy habituales sus frases ininteligibles: “Que la gente sea más fácil para las personas en nuestro país”; “No se trata de nadie o Nadia, sino que se trata de algo fundamental”; “Vamos a adaptar las condiciones meteorológicas a los puestos de trabajo”; “Democracia fiscal”, …
Para explicar cuestiones económicas y tecnológicas tiene enormes dificultades: “Usar la inteligencia artificial para algo que ansiamos mucho desde Espartaco hasta hoy…”, “Yo tengo un algoritmo más y con un solo clic somos capaces de descubrir…”; “Trabajar menos para aumentar la producción…”.
¿¡Recuerdan cómo explicó los ERTES!?: “Los ERTES no son parados, los hemos hecho para no destruir empleo”, con el siguiente matiz: “Sólo están en desempleo cuando están inactivos.”
Usa habitualmente la dicotomía pobres y ricos, como en este ejemplo chusco: “Las personas ricas saben que nos vamos al carajo y el plan B de las personas inmensamente ricas son los cohetes para escapar de la tierra.”
No me digan que no resulta cursi, e incomprensible, cuando se pone trascendente: “El pueblo español tiene un camino que conduce a una estrella… Las cosas verticales, a veces no son bonitas, sí lo son cuando nacen de abajo.”
A Carlos Sáinz le tiene enfilado; cuando habla de él, arruga la frente, estira la nariz y dice que merece “…condena y repulsa, como ganador del Dakar, por su fomento de la contaminación de especies naturales y destrucción de la fauna y la flora del planeta.”
Sabe expresar el desprecio; por ejemplo, cuando un periodista le reiteró una pregunta a la que ella no había contestado, recogió los papeles y soltó: “Se me hace tarde para la pelu.”
Atiza a los hombres de izquierdas, con aires de amazona, porque “…son un peñazo. Me tienen hasta aquí, se creen que no son machistas.”
Tiene un concepto posesivo e individualista de España, a la que suele referirse con frecuencia, en tono patriótico, como “mi país”.
¡Ella misma resume de forma guay su habilidad para la comunicación!: “El Gobierno hace cosas chulísimas y no somos capaces de comunicarlas.”
¿Caerá de la peana? ¿Serán los votantes los que, algún día, den una patada al pedestal? ¿O, tal vez, caerá ella sola?
Continúa en Tik-Tok, youtube y su cuenta de X.
¿Se han reído?; pues lo celebro, porque las cosas no están para bromas. @mundiario
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