Tal vez el capitán Juan Rodríguez Lozano, abuelo de José Luis Rodríguez Zapatero, estuvo en el lugar equivocado, o se limitó a cumplir las órdenes de sus superiores, que le encomendaron la tarea de enlace entre el Gobierno Civil y la Comandancia Militar de León. A mediodía del 20 de julio de 1936, los sublevados entraron en el Gobierno Civil y detuvieron, entre otros, a Rodríguez Lozano. El día 18 de julio, tras un juicio sumarísimo breve, fue fusilado.
No tenía tropas a su mando, pues ostentaba un destino burocrático, como lo era la Caja de recluta de León. ¿Por qué fue condenado a muerte? Probablemente tuvieron una gran influencia dos expedientes disciplinarios previos en los que se pusieron de manifiesto sus ideas socialistas y él mismo, sin ser requerido para ello, manifestó pertenecer a la masonería.
Su nieto ha utilizado públicamente con frecuencia el nombre de Rodríguez Lozano, magnificando su trayectoria militar, en mi opinión sin base real. Fue un militar leal al juramento de defender la República y combatió cuando sus superiores se le ordenaron, por ejemplo en África y en la sublevación de Asturias de 1934. No habría espacio en España para levantar monumentos a los españoles que cumplieron con su deber durante la guerra y sufrieron sus consecuencias. La admiración y el cariño en el seno de la familia merecen todo el respeto; pero la realidad se impone, guste o no guste.
Por otra parte, se han dicho mentiras y cosas insólitas sobre este hombre y se han tergiversado determinadas actuaciones con el propósito de hacer daño al nieto. Expondré solamente una, que podrá el lector encontrar en internet: “…sustituyan donde dice comandante por capitán…que murió en agosto de 1936 fusilado por no traicionar a la República. Parece ser, por lo que he podido ir averiguando después, que en el poco tiempo que pasó desde el inicio de la guerra hasta su fusilamiento, la práctica del tiro al blanco sobre las cabezas de sus enemigos enterrados fue una práctica habitual llevada a cabo por este hombre, que luego transmitiría a sus herederos un ansia infinita de paz…”
Termino con la frase de George Steiner con la que inició su semblanza en el libro Algunos abuelos de la democracia: “La inmensa mayoría de las biografías humanas son un gris entre el espasmo y el olvido.” @mundiario