Es frecuente vincular la acción de gracias – o la expresión del agradecimiento- a la religiosidad, porque son muchas las confesiones religiosas que la promueven: cristianismo, judaísmo, islamismo, budismo, hinduismo y sintoísmo.
Con independencia de la sensibilidad religiosa personal, la exteriorización del agradecimiento en las relaciones humanas es un elemento fundamental para la convivencia.
Sin embargo, por vergüenza, un equivocado sentido del pudor, por orgullo o por soberbia, en ocasiones, nos resistimos a mostrar agradecimiento al otro.
La gratitud nace de la humildad, que nos permite reconocer nuestra dependencia de los demás e impulsa a aceptar su ayuda, consejo o acogida. Así pues, no hay en ella ni servidumbre ni humillación.
La gratitud es algo bien diferente a corresponder al apoyo recibido, como si estuviéramos saldando una deuda emocional. Sin embargo, quién da sin esperar nada a cambio, se sentiría defraudado si no recibiera respuesta a su necesidad, por parte de aquél al que amparó, cuando la necesita.
Nada hay más opuesto al espíritu de la gratitud, que expresarla con la secreta esperanza de recibir beneficios nuevos y mayores; podríamos calificarla de ruindad.
Quien expresa agradecimiento siente la satisfacción de estar saldando una deuda afectiva, y quien lo recibe, se sienten compensados de la atención dedicada al otro.
La acción de gracias humana debe practicarse con sentido de la oportunidad, sin dejarlo para mañana, para evitar tener que lamentarnos de la omisión cuando su destinatario ya se fue.
Fomenta la empatía recíproca y, como consecuencia, la simpatía, por la identificación con el espíritu de servicio de quién nos auxilió, por otra parte, éste se sentirá íntimamente compensado y estimulado para repetir la acción. En suma, la expresión del agradecimiento fomenta la solidaridad y la cooperación entre los seres humanos.
Podemos mostrarla de forma tácita o expresa; la primera con un comportamiento recíproco, solidario, afectuoso, sin necesidad del uso de palabras. Sin embargo, a todos nos alegra la vida el agradecimiento expreso, verbal, sencillo, sin exageraciones, que, naturalmente, puede y debe ir acompañado de su manifestación tácita.
Generalmente, son los más cercanos, los que nos rodean cada día -esposa, padres, hijos, nietos, compañeros-, a los que a expresamos nuestro agradecimiento con menos frecuencia, por su permanente acogida, entrega, compañía, espera, opinión…, que llegamos a considerar rutina. Y podríamos llamarla así, aunque con un adjetivo: dulce rutina.
Una vez más Tagore tiene un enorme y sencillo pensamiento sobre el agradecimiento a las personas que marcan la diferencia en nuestras vidas: “Agradece a la llama su luz, pero no olvides el pie del candil que paciente la sostiene.”
Cada día deberíamos dedicar un tiempo a la reflexión acerca de a quién y por qué, debemos estar reconocidos, porque hará que nos sintamos mejor y nos acercará a la felicidad. @mundiario
Recomendable práctica es escribir a diario o cada cierto tiempo los motivos por los que estoy agradecido/a y una idea-regalo que gusta a las niñas de entre unos 9 y 13 ańos, aproximadamente: un “Diario de gratitud”.
¡Muchas gracias por este artículo de reconocimiento a la gratitud!