El 9 de mayo, Día de Europa, se conmemoró la Declaración Schuman -Robert Schuman, Ministro de Asuntos Exteriores de Francia en el año 1950.
En ella se proponía la creación de la Comunidad Económica del Carbón y del Acero, que constituyeron en el año 1951 Alemania, Francia, Bélgica, Países Bajos, Italia y Luxemburgo. Gasperi, Adenauer, Monnet y Spaak, todos de enorme talla política y moral, apoyaron la iniciativa. Fue el primer paso hacia la armonía entre los países europeos.
En la Declaración, se veía así la reconstrucción de Europa: “… se hará gracias a creaciones concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho. La puesta en común de las producciones de carbón y de acero garantizará inmediatamente la creación de bases comunes de desarrollo económico, primera etapa de la federación europea.”
Más adelante insistía en la idea de federación: “… esta propuesta sentará las primeras bases concretas de una federación europea indispensable para la preservación de la paz.”
En 1957, con el Tratado de Roma, se crea la Comunidad Económica Europea, que se inspira “en la herencia cultural, religiosa y humanista de Europa” y supone un importante paso hacia una federación europea, según el propósito de la Declaración Schuman.
Uno de sus objetivos era “contribuir al avance hacia una unificación política más amplia”, mediante “la promoción de la unión cada vez más estrecha entre los pueblos de Europa.”.
En 1992, el Tratado de la Unión Europea continúa el camino iniciado, y recoge expresamente que “Es una nueva etapa en el proceso creador de una unión cada vez más estrecha entre los pueblos de Europa.”
El documento insiste en los mismos principios inspiradores: “solidaridad y herencia cultural, religiosa y humanista.”
Existen tres bloques económico-políticos que influyen decisivamente en el mundo. China, con un crecimiento económico sostenido en el tiempo y su penetración en África y América del Sur. Rusia, con los delirios imperialistas expansionistas de Putin y la dependencia energética que Europa tiene de ella. EE UU con la política de Trump, osada desde las perspectivas económica, política, militar y con pretensiones territoriales.
Para que Europa no se vea apartada de las grandes decisiones, debería recordar los objetivos de sus predecesores y dar un tercer paso unificador, que se extendiera a políticas comunes efectivas en los ámbitos exterior, defensa y seguridad, política migratoria y política energética, entre otros.
Debería adoptar una política posibilista en los ámbitos energético, regulatorio y medioambiental, para mejorar su competitividad y reducir su peligrosa dependencia de otros países.
Además, no debería fortalecer el compromiso de sus antecesores en cuanto a preservar su identidad, “herencia cultural, religiosa y humanista”, que constituye su esencia, porque el humanismo cristiano empapó la cultura europea.
El objetivo no es fácil, dada la reticencia de algunos países miembros. Sin embargo, los datos globales de la UE, que admiten el contraste con China y EE UU, permiten abrigar esperanza. Población (450 millones de personas), PIB (19 billones de $), deuda (82% del PIB), déficit público (3,5%), participación en el comercio mundial (13,7%).
Su punto débil -además de la falta de cohesión política- es la energía: el 75 % de la que consume procede del carbón, el petróleo y el gas, e importa en torno a un 63 %. Las energías renovables y nuclear representan el 23 y el 26 %, respectivamente, del total producido;14 países de la UE carecen de reactores atómicos.
Finalmente, EE UU es el país que más compra a la UE y China el que más le vende. El entendimiento con ambos sólo es posible, desde una unión fuerte y estable en los ámbitos económico, político y militar.
¿Dónde están los líderes europeos que recuperen el movimiento unificador federal de hace 75 años? ¡Invocaremos a Diógenes y le daremos instrucciones! @mundiario
0 comentarios