El uso de eufemismos tiene motivaciones muy variadas; la más común es el miedo o aprensión a llamar a las cosas por su nombre. En otras ocasiones surgen del papanatismo lingüístico de quienes viven al ritmo de la moda de las frases hechas, sobre cuyo significado no se reflexiona.
También es frecuente el deseo de conseguir que algo suene más aceptable, lo que se intenta presentando una idea o un hecho disfrazados, camuflados lingüísticamente. Es decir, se finge algo para engatusar a los destinatarios: en definitiva, un engaño.
Este último es el caso del eufemismo que ahora mismo está en de moda en todos los medios de comunicación, por obra y gracia del señor Sánchez: “No me gusta la palabra rearme”. Y lo dice tras salir de la sesión en que la UE acordaba el rearme de Europa, dada la situación de crisis en que se encuentra el mundo, derivada de los devaneos de dos amantes que quieren repartirse la cama en la que retozan descaradamente: Ucrania.
En sus intervenciones, Sánchez y su coro, reproducen machaconamente el estribillo: rearme no; hay que invertir en seguridad y en industrias tecnológicas.
Pero la realidad es tozuda. La UE habla ya de una inversión de un 3 % del PIB para rearmar a los ejércitos de los países miembros.
¿Y cuál es el destino de los recursos solicitados, aunque cambie usted rearme por seguridad o inversión en industrias tecnológicas? Pues la compra de aviones, tanques, navíos de guerra, misiles, munición, drones, equipos de detección, sistemas de información… Naturalmente, no le contradeciré en cuanto a que el desarrollo de la industria de defensa potenciará a los sectores industriales punteros en tecnología.
Pero, además del subterfugio verbal, nos encontramos con la disidencia dentro del propio Gobierno y del bloque parlamentario que apoyó su investidura. Unos piden que no aumente el gasto en defensa, otros, la salida de la OTAN y los hay, como el BNG, que exigen ¡su disolución!
Creen vivir en un mundo ideal, de colores, apacible, con música ambiental de trinos de pájaros. Pero en el mundo son habituales las guerras, ya sean para dominar ideológicamente, por motivos religiosos, control de la riqueza, disputas históricas no resueltas, posicionamiento en zonas estratégicas… Ahí están el conflicto palestino-israelí; la invasión de Ucrania, iniciada en el año 2024 con la conquista de Crimea; los enfrentamientos territoriales en los que están implicados India y China; en África, Congo, Somalia, Sudán…; en Asia, Myannar, Siria, Afganistán…
La paz y la seguridad no se improvisan, sino que se buscan, no bajando los brazos como el boxeador groggy, sino fintando ante el posible enemigo y mostrándole las capacidades propias. El proverbio de Roma “Si deseas la paz, prepara la guerra”, viene muy bien al caso.
Sumar, Podemos, BNG, Izquierda de Cataluña, Compromís parece que consideran lícita la conquista territorial mediante la fuerza. ¿Cuál sería su postura ante una hipotética amenaza de Marruecos sobre Ceuta y Melilla?, ¿se resignarían?, ¿pedirían ayuda a la OTAN o al sheriff americano?
Naturalmente, no vivimos en un mundo ideal, en el que el gasto militar podría dedicarse a la mejora de las condiciones de vida de millones de seres humanos que sufren las guerras y, en la mayoría de los casos, desconocen por qué mueren.
Lo sucedido debería ser un acicate para que la UE avanzase de forma eficaz en la concertación de políticas comunes en los ámbitos político, económico, de seguridad y defensa, territorial…, si desea tener un papel que desempeñar en el mundo que viene.
Se ha hablado poco de la iniciativa de Starmer de reunirse con varios líderes europeos, con el fin de impulsar una acción conjunta en materia de seguridad y defensa: habría que valorarlo. @mundiario
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